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Ceferino de Blas.

Votos en el mar

El voto que emiten por correo los que no pueden hacerlo presencialmente ha resultado dificultoso en las recientes elecciones a Cortes. El problema del "ruego", los trámites que exige y la escasez de tiempo han sido serios obstáculos para los potenciales votantes. Hasta el punto de que ha habido atisbos de denuncias, y la Junta Electoral se vio obligada a retrasar por dos veces la fecha de recepción de las papeletas.

Salvo en los casos en que el elector tiene que votar por correo por imposibilidad de hacerlo en un colegio en persona, el voto rogado para los residentes en el extranjero es una antigualla.

Para Galicia, que cuenta con significativas colonias de electores en el exterior, desde antiguo en Sudamérica, y ahora con la emigración joven, en países europeos, los efectos son más perniciosos.

El número de los que no han votado y que posiblemente lo habrían hecho presencialmente, como parece deducirse de la alta participación, demuestra los defectos de esta fórmula.

Los inconvenientes para el sufragio de quienes residen fuera lo tienen resuelto otros países desde el primer tercio del pasado siglo.

En 1933, en las elecciones que dieron el poder a Adolf Hitler -unos comicios que son referencia para argumentar que una elección democrática puede derivar en dictadura-, la colonia alemana residente en Vigo votó presencialmente.

Quizá haya sido la primera elección presencial de ciudadanos de un país extranjero que se haya celebrado en la ciudad.

Ocurrió de una manera original, puesto que la votación no se efectuó en el consulado, como es práctica habitual actualmente.

En los comicios de 1933, los alemanes residentes en el extranjero fletaron barcos para salir de las aguas jurisdiccionales. En la colonia residente en Vigo emitieron sufragio 63 germanos, que embarcaron en la mañana dominical del 5 de marzo en el vapor "Lahneck" para cumplir con el deber ciudadano del voto.

Uno de aquellos votantes fue Josef Geiser, un joven residente en Vigo, que a los pocos días valoraba en un artículo la elección: "el triunfo de Hitler se debe en gran parte a la juventud alemana, que desde el principio acogió con simpatías sus ideas".

Sus palabras son la muestra de que el voto no solo fue consciente sino entusiasta. Los teutones quisieron darle gusto al cuerpo, y pasó lo que pasó, como ocurre siempre que se antepone la visceralidad a la razón a la hora del voto.

El cataclismo que supondrá para el futuro de Europa la llegada de Hitler al poder mediante los resultados de estos comicios, aún está vivo en las trágicas experiencias de los supervivientes, y en los libros de Historia, el cine y la ficción que no se cansan de recordarlo.

No es para solazarse que la primera vez que votaron extranjeros en Vigo haya sido en las elecciones alemanas que pusieron fin a la República de Weimar, en las que salió elegido canciller Adolf Hitler, que con esta plataforma legal y democrática se encarama al poder. Lo detentará de forma omnímoda como Führer a la muerte del presidente el mariscal Paul von Hindenburg.

Pero sirve de ejemplo como mecánica electoral, que ensayó hace más de ocho décadas la colonia germana residente en Vigo, cuando los medios de comunicación y el transporte, salvo el marítimo, eran tan precarios. Ante esto, el voto rogado parece un anacronismo que debía desaparecer para las próximas elecciones.

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