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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Malos tiempos para las inocentadas

Aunque el número de crédulos sea igual o incluso superior al de otras épocas, lo cierto es que ya casi no se gastan bromas en el día de los Inocentes. Al menos, en los periódicos. La realidad, mucho más creativa que la imaginación, ha hecho innecesarias las trolas que la prensa intentaba colar en la fecha del 28 de diciembre.

Es de imaginar, por ejemplo, el escepticismo que habría suscitado no hace mucho la noticia de que en Roma convive un Papa argentino con otro alemán en situación de pensionista. O que España cuenta también dos reyes, uno de ellos en activo y el otro emérito. Inocentada, dirían los más agudos si esas informaciones se publicasen tal día como el de hoy.

Son muchos, sin embargo, los que estarían dispuestos a dar crédito a cualquier partido que les prometa un sueldo sin necesidad de trabajar y, ya puestos, el regalo de una moto con la que acudir a ese imaginario puesto de trabajo. Aunque la noticia se publicase el 28 de diciembre.

La ficción -tan realista- ha ido ganando terreno de tal modo que ya resulta imposible distinguir entre las informaciones auténticamente falsas de "El Mundo Today" y las que aún pudiera perpetrar algún diario nostálgico de la tradición de las inocentadas.

Estos días, un suponer, el diario oficial del Vaticano ha arremetido contra la última película de la serie Star Wars bajo el argumento, a todas luces inapelable, de que los malos de la película no son lo bastante malvados para el gusto de la Iglesia. La crítica parece de broma, pero qué va. Cualquiera puede leerla en "L'Osservatore Romano," que no se caracteriza precisamente por su tendencia al humor.

Ya metidos en asuntos de la galaxia, esta noticia compite con la de un astronauta que el otro día marcó un número equivocado al llamar a la Tierra. El británico Tim Peake, temporalmente domiciliado en la Estación Espacial Internacional, tuvo que disculparse con una señora a la que llamó por error, espantándola con el saludo: "Aló, Planeta Tierra". La buena mujer debe de andar todavía con el susto en el cuerpo, quizá convencida de que un marciano le estaba anunciando su próxima visita.

Sabor a inocentada tiene también, aunque no lo sea, el anuncio publicado por la jefatura del aeropuerto de Kuala Lumpur, en Malasia, para tratar de encontrar al propietario o propietarios de tres aviones Boeing 747 que alguien abandonó en la zona destinada a estacionamiento de aeronaves. El lance resulta extraño, si bien particularmente verídico en el caso de Malasia, donde lo mismo desaparecen aviones en el aire que aparecen abandonados por sus dueños en un aeropuerto.

Cada vez resulta más arduo, en fin, distinguir entre las noticias falsas y las auténticas en un mundo paradójicamente sometido al mayor baño de información de toda su Historia. El periodismo, oficio en vías de reconversión, no puede competir con los disparates de la vida misma: y eso parece haber acabado con la candidez de los lectores que antiguamente caían con facilidad en las inocentadas.

No quiere ello decir que la gente se haya resabiado con tanta noticia inverosímil hasta el punto de perder la inocencia. Bien al contrario, los predicadores de teletienda -y de la tele, sin más- gozan de un público más numeroso y crédulo que nunca. Baste el resultado de las últimas elecciones para comprobar que la inocentada sigue tan vigente como de costumbre. Solo que ahora se practica durante todo el año.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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