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El desahucio del local de Información y Turismo

Al frente de la delegación provincial de Información y Turismo, José Antonio Campos Borrego comenzó a labrarse en Pontevedra un merecido prestigio como funcionario competente y eficaz.

En plena crisis existencial, desahució de su sede al Ateneo con guante de seda y puño de hierro. La operación urdida resultó impecable y cogió desprevenida a una masa social envuelta en un debate irresoluble sobre su razón de ser y existir.

Cual regalo envenenado, Campos Borrego anunció un día después de Reyes la fulminante incautación de las instalaciones cedidas a la asociación cultural desde su constitución por el propio departamento ministerial.

La resolución oficial se hizo pública al mismo tiempo que se trasladó a la gestora del Ateneo con efectos de aquel 7 de enero de 1969, sin tiempo para reacción alguna. Su parte más elocuente resultaba taxativa:

"Dado que desde hace cuatro meses -decía- el Ateneo de Pontevedra no ha realizado actividad cultural de ninguna clase, limitándose tras reiteradas dimisiones de la junta de gobierno por motivos que no corresponde analizar, a la convocatoria y celebración de juntas generales extraordinarias, esta Delegación ha decidido hacer libre uso de las instalaciones que posee en General Mola 1 y Michelena 15 a partir del día de hoy".

José Antonio Campos recordaba el apoyo total prestado al Ateneo desde su fundación por parte del Ministerio de Información y Turismo, a cuyo frente estaban Manuel Fraga y Pío Cabanillas, tanto en medios materiales como en subvenciones económicas, siempre con fines específicamente culturales.

A la incautación de ambos locales, el delegado provincial sumó su renuncia a la vocalía que ocupaba en la junta de gobierno del Ateneo.

"La Delegación Provincial de Información y Turismo -terminaba la nota- consciente de su misión de apoyo a los auténticos valores culturales, manifiesta su decidido propósito de seguir coadyuvando esta promoción de todas las manifestaciones de la cultura en la ciudad y en la provincia".

Campos Borrego tardó apenas diez días en convertir el salón de actos del Ateneo, lugar de acogida de sus vibrantes conferencias y efervescentes asambleas en una sala de exposiciones. Lodeiro inauguró la sala el 16 de enero de aquel mismo año, seguido de Corral dos semanas después. Toda la prisa que pudo se dio para cercenar cualquier posibilidad de una marcha atrás que no figuraba en ningún guion.

Luego José Antonio Campos Borrego engatusó por igual a los unos y a los otros haciendo gala de una notable habilidad florentina, como si no hubiera roto un plato en su vida; es decir como si no hubiera tenido nada que ver con aquella liquidación por derribo de motivaciones varias, tanto las visibles como las inconfesables.

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