Los resultados electorales que en un ejercicio democrático acaban de ofrecérsenos, son los que son, nos gusten o no nos gusten. Podrán conceptuarse de muy distinta forma, de acuerdo con el color del cristal con que se mira: pero unos y otros, tirios y troyanos, tienen que convenir que nos sumen en indeseable estado de inestabilidad.

Nos enfrentamos a un periodo no muy frecuente en el que se impone un generoso diálogo, en busca de soluciones que puedan enderezar un rumbo que amenaza con la deriva. Llegar a la meta es imperativo, pero el camino es realmente angosto y lleno de dificultades dado el singular binomio ideológico-matemático que hemos de resolver.

Una opción de centro derecha podría incluir al Partido Popular y a Ciudadanos, pero entre ambos suman 163 diputados y no alcanzan la mayoría necesaria. A contrario sensu, si nos inclinamos a la izquierda, PSOE y Podemos reunirían 159 escaños, repitiendo la situación. Y no debiéramos pensar en acudir a las formaciones marginales -más próximas a la izquierda- porque nos encontraríamos con una mezcolanza con muchas posibilidades de ingobernabilidad.

Por su tradicional implantación y porque conseguirían reunir la mayoría necesaria sería deseable que con madurez política y con sentido de estado se pudiese formar un gobierno de coalición PP-PSOE. Impensable de forma directa, pero tal vez alcanzable por vías más sofisticadas.

El enfrentamiento dialéctico en el cara a cara entre Rajoy y Sánchez, con insultos y afrentas a la educación, opino que elimina cualquier posibilidad de entendimiento entre los partidos que representan estos dos políticos. ¿Qué hacer entonces? Buscar que no sean interlocutores directos.

No quisiera, en absoluto, mostrarme partidista, pero creo que el sacrificado debiera ser el Sr. Sánchez. Así lo pide la lógica, porque Rajoy, aun perdiendo muchos escaños, ganó las elecciones y, por otra parte, no sería disparatado que a quien cosechó un pésimo resultado -D.Pedro Sánchez- se le "primara" con alguna canonjía alejada del núcleo central del partido. ¿Van los tiros por Andalucía?

Por supuesto que si se diera esa posibilidad, el Partido Popular tendría que responder a la generosidad del rival cediendo, también con generosidad, -do ut des- significativas bazas al Partido Socialista, porque tratar de enrocarse inflexiblemente solo conduciría a alimentar la inestabilidad; inestabilidad que España no puede tolerar ni soportar, ya que las nefastas consecuencias no tardarían en manifestarse. De hecho ya ha sacudido a la Bolsa y a la prima de riesgo. Además hay que ahuyentar al fantasma de querer enderezar el entuerto con nuevas elecciones, onerosas y sin garantía de éxito. Esforcémonos, pues, con sensata responsabilidad en lograr la estabilidad necesaria para poder mantenernos en la senda de la recuperación que nos otorga el liderato europeo del crecimiento económico.

Alejarse de ensayos demagógicos, sean del color que sean, es la mejor forma de entrar en una senda de estabilidad y así debieran entenderlo quienes tienen directa responsabilidad en asuntos de Estado. Por eso y pese a las incontestables dificultades, creo que podríamos confiar en que se atiendan los consejos que en la rueda de consultas pueda ofrecer Su Majestad, de cuya oportunidad no cabe dudar. Que así sea y Dios reparta suerte.