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Luis M. Alonso.

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Luis M. Alonso

El PSOE en su encrucijada

Pedro Sánchez arriesga el futuro del partido con una decisión complicada tanto para los socialistas como para la estabilidad del país

El PartidoPopular mantiene la prerrogativa constitucional de intentar formar gobierno en unas circunstancias especialmente adversas por la complicación que reviste la propia suma de los escaños. Sin embargo, la pelota está, como se suele decir coloquialmente, en el alero del PSOE, la segunda y decisiva fuerza tras los inciertos resultados del 20-D.

Los socialistas deciden. De ellos es el margen de maniobra y también el mayor de los dilemas. Pueden hacerlo en varias direcciones. Pedro Sánchez ha adelantado que votará en contra de Rajoy como si quisiera descartar de mano la posibilidad de tener que desdecirse del duro discurso de la campaña electoral y de las graves imputaciones lanzadas contra su adversario de la derecha.

En el caso de que éste fuese el precio para abstenerse o, en caso extremo, respaldar la candidatura de un presidente popular, cuesta pensar en esa posibilidad teniendo en cuenta que Rajoy, pese a la pérdida de votos, es el ganador de las elecciones. Con el mismo mérito se podría argumentar la renuncia de Sánchez, que consiguió veinte escaños menos que Rubalcaba en 2011. La debacle en relación al PP es, en cierto modo, bastante más proporcional de lo que a simple vista parece.

Los argumentos pueden, en cualquier caso, retorcerse por la presión que ejercen los barones socialistas, la vieja e influyente guardia del partido, y sobremanera la dueña del cortijo andaluz de los votos, Susana Díaz, empeñada en evitar el descalabro que supondría un pacto entre el PSOE, Podemos -el partido que aspira a engullirlo y lograr la hegemonía en la izquierda- y las fuerzas independentistas. Para ahuyentar ese tipo de fantasma, el socialismo constitucional no tiene por qué mirar a ERC, DiL o EH Bildu, basta con fijarse en las alianzas territoriales tejidas por Pablo Iglesias. Podemos se ha convertido por su propia estrategia y el beneficio otorgado por la ley electoral en rehén de sus fuerzas centrífugas secesionistas de la periferia en Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana y el País Vasco. Los 69 escaños obtenidos en el conjunto del país pertenecen a un partido que, sin decirlo abiertamente, ha enfilado ese camino atajando por la vía de la demagogia y el oportunismo.

En el horizonte socialista se perciben, por tanto, cuatro opciones claras. Abstenerse y permitir que el Partido Popular, con o sin Rajoy al frente, lidere un gobierno en minoría. Evidentemente, al tener la posibilidad aunque complicada en sus manos de desalojarlo del poder, ello supondría un desgaste que sólo podría aliviar el discurso bien explicado de la necesidad. O el intachable argumento democrático que tienen que gobernar aquellos que ganan las elecciones como ha sucedido siempre en este país desde el inicio de la última etapa democrática. Así todo, la decisión abriría un flanco vulnerable al rechazo populista que tan bien maneja Podemos. Un gobierno breve del PPen minoría es, no obstante, la posibilidad que acarician los barones socialistas.

La segunda de las difíciles decisiones para el PSOE es facilitar la convocatoria de unas nuevas elecciones. En teoría, no es la mejor de las bazas para él, teniendo en cuenta la progresión de sus rivales de la izquierda dispuestos a recortar el terreno que les separa y con mayores facilidades de hacerlo en el supuesto de alcanzar un acuerdo electoral nada descartable con Izquierda Unida. Presumiblemente, en una convocatoria inmediata, el viento sería favorable tanto para el PPcomo para Podemos, y se volvería en contra de los intereses del PSOE y de Ciudadanos, las dos fuerzas en estos momentos más proclives supuestamente a ceder frente a una polarización política. Es probable, además, que aparte del corrimiento del voto, el panorama de la estabilidad siguiese sin aclararse para el país.

La tercera alternativa sería un gobierno de izquierdas como consecuencia de la alianza del PSOE, Podemos, IU y el resto de grupos independentistas. Sin contar con el PNV, sumarían 178 escaños algo más de la mayoría absoluta. El plan lleva implícito el referéndum de autodeterminación vinculante en Cataluña, una línea roja que hasta ahora los socialistas no han querido traspasar para no dejar en manos exclusivas del centroderecha la defensa territorial y de la integridad España.

De las opciones posibles a que se enfrenta el PSOE, todas ellas arriesgadas para su estrategia y supervivencia, la gran coalición es la que proyectaría un futuro más estable para España sin ser la que mayor riesgo conlleva. Como es natural, la que desearía la Unión Europea y si pudiera escogería Angela Merkel para evitar un nuevo dislate como el de Grecia.

La experiencia de los alemanes con este tipo de solución hecha a medida para el interés general ha sido fructífera. Otra cosa es transportar la realpolitik al sueño inconsciente de la "libertad pura" que ha conducido a la fragmentación del voto y al mensaje desilustrado contra el bipartidismo como origen intrínseco de todos los males. Una majadería como otra cualquiera.

En la actual política manejada en gran medida por la Europa de los socios, las diferencias entre las dos grandes fuerzas partidarias del orden constitucional, el PP y el PSOE, no son tan grandes como a veces queremos creer, aunque sí puedan resultar aparatosas en algunos aspectos sociales y en los términos retóricos del discurso.

Una gran coalición de la vieja política frente al aventurerismo y la incertidumbre que propone la nueva en manos de Podemos y de sus satélites independentistas resultaría especialmente chocante para muchos, pero serviría para ir acomodando la política nacional a las urgencias reales del momento. En último caso a la estabilidad que la economía requiere para ir tirando como es debido tras la recesión.

El esfuerzo supondría, además, la cesión por parte y parte, el triunfo de la moderación y el contrapeso social frente al rupturismo populista, gobernando en la dirección que marca la mayoría. Los socialistas tendrían que hacer frente a cierta contestación por parte de su izquierda, pero a cambio obtendrían un mayor peso institucional en Europa. Un plus de responsabilidad ante la situación de incertidumbre que pronto empezará a apoderarse del país si el entendimiento no se impone. Papeleta complicada la del PSOE.

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