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Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

Buenos días, democracia

Contaba el periodista Theodore White en "The Making of the President" [Cómo se hace un presidente], su crónica sobre la batalla electoral entre John Fitzgerald Kennedy y Richard Nixon, acaecida en el año 1960, que Estados Unidos, el día de las elecciones, es republicano hasta las cinco o seis de la tarde. "Los trabajadores y sus familias van a votar a última hora de la noche, de camino a casa o después de cenar. Es en ese momento cuando América se transforma en demócrata, si es que en algún momento llega a transformarse". Lo bueno de celebrar las elecciones un domingo, en vez de un martes, es que los sondeos a pie de urna no nos confunden exponiéndonos esa impredecible metamorfosis del ciudadano: nos despertamos, o nos solíamos despertar, con o sin resaca, dispuestos a votar en contra de una formación política por la que sentimos un ancestral odio apasionado.

Nuestra particular idiosincrasia se vio nítidamente escenificada en el último debate cuando los dos profesionales del bipartidismo comenzaron a insultarse. Entre tanta indecencia y ruindad apenas hubo espacio para discutir sobre la España futurible. Tampoco importó demasiado. Aunque uno de los candidatos desarrollara, a lo Winston Churchill, un impecable exhibicionismo retórico y reclamara "sangre, sudor y lágrimas", los electores de estos dos partidos jamás cambiarían su intención de voto. Preferible sería, incluso, que Rajoy, después de despedirse de Manuel Campo Vidal, apareciera ante los medios de comunicación, representando una de esas oportunas coincidencias, con el ojo morado. "Teníais que ver cómo ha quedado el otro", diría el presidente a los reporteros de La Sexta. Ni la conjura de la izquierda volátil podría superar a la avalancha de fieles que resurgirían de sus guaridas tras escuchar esa afirmación.

La tradicional dicotomía de la democracia española contiene ese rasgo romántico de "los míos y los tuyos". Somos capaces de hacer cualquier cosa -hasta votar- para molestar a nuestro detestado vecino. Este escenario puede cambiar hoy si se cumple la esperada irrupción de Podemos y Ciudadanos, todavía primerizos en fidelidades partidistas, los cuales han seducido a un gran número de personas que parecen estar recuperando el entusiasmo político perdido. Semejante fascinación por lo distinto se debe, sobre todo, a la dolorosa decepción vivida por aquellos que, aun habiéndose visto traicionados por sus representantes, todavía presentan unas convicciones demasiado sólidas como para darle la espalda al parlamento. White escribe sobre el arte del proceso democrático: "Todo es invivible. Mientras ocurre se produce un misterio en el que millones de personas guardan la porción de la totalidad de un secreto? Lo que resulta de ese secreto es, por supuesto, la transferencia de poder más extraordinaria del mundo. El poder de mandar a los hombres a matar y a morir. El poder de fiscalizar, de crear y de destruir? Desde Roma y Atenas, héroes y filósofos, hombres valientes y viles, han intentado que el traspaso de poderes funcionase de forma efectiva". Experimentar con la droga del cambio.

Los líderes de los partidos emergentes, sin embargo, deberían ver "Californication" para darse cuenta de que el enamoramiento es un estado de permanente tensión. Ocurre que, a pesar de los mensajes a Bárcenas, el "caso Gürtel", los sobresueldos y las subidas de impuestos, al PP lo siguen queriendo muchos, como podemos comprobar observando su indiscutible liderazgo en las encuestas. En circunstancias parecidas se encontró el PSOE con el "caso ERE", una de las causas de corrupción más grandes de la historia, y ganó las elecciones andaluzas. Es decir, que las relaciones son complejas. Y el "amor" -como escribió José Luis Alvite- "es algo muy resistente, se necesitan dos personas para acabar con él". Esperaremos los resultados.

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