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Joaquín Rábago.

¿Qué pretende Londres?

¿Qué pretende Londres con la amenaza del "Brexit", la amenaza de salir de la Unión Europea si no se atienden sus exigencias? Los sucesivos gobiernos británicos, en especial los de signo "tory", llevan ya tiempo jugando a tan insolidario juego.

Fueron los que con mayor frecuencia, por delante de los daneses, han recurrido al "opt-out", la exención del cumplimiento de determinados artículos del tratado de la UE: los relativos a Schengen, a la unión monetaria y económica y a la carta de derechos fundamentales en áreas relacionadas con la seguridad y la justicia.

Recientemente se habló de que el Gobierno de David Cameron intenta reescribir el tratado de la Unión de tal forma que acepte que determinados países no se unirán nunca a la moneda única para garantizar así que no son discriminados por los de la eurozona, trato discriminatorio que podría afectar a la City de Londres.

Esa idea del Gobierno británico preocupa al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, quien teme que pueda debilitar el compromiso monetario de algunos países de la Europa del Este como Polonia, cuya nueva primera ministra calificó recientemente la moneda única de "una mala idea".

La moneda común ha sido adoptada hasta el momento por diecinueve de los veintiocho países miembros, y con excepción del Reino Unido y Dinamarca, que optaron desde un principio por la cláusula de excepción, el resto de los socios se han comprometido a hacerla también suya.

Londres pretende, sin embargo, tener en Europa las manos libres no solo en lo relativo a los asuntos monetarios y fiscales, sino también en materia de inmigración, por lo que aspira a que su Parlamento tenga algo así como un derecho de veto sobre las decisiones comunitarias que no le satisfagan.

Pretende que se establezcan mecanismos que impidan que los países que no pertenecen al euro resulten perjudicados, aspira a que se complete el mercado único y se acabe con las regulaciones que dificultan su funcionamiento, no quiere ceder más soberanía a Bruselas para reforzar en cambio el papel de los parlamentos nacionales.

Asimismo, y esta es una cuestión que ha cobrado actualidad con la llegada masiva de refugiados a Europa, pretende que los inmigrantes, aunque sean de la propia Unión Europea, tengan derecho inmediato a algunas ayudas sociales en condiciones de igualdad con los ciudadanos británicos.

Todo esto tiene que ver con el compromiso de Cameron de hacer en su país antes e finales de 2017 el referéndum sobre la permanencia de su país en la UE al que se comprometió hace dos años.

Pero es algo que estaba claro desde el principio: a Londres le interesa la Unión Europea tan solo en cuanto zona de libre comercio, como una especie de unión aduanera, que dejaría a cada socio plena libertad para hacerles a los demás la competencia en el terreno fiscal o monetario.

El Reino Unido lleva ya tiempo frenando como puede el proceso de integración europea. La apertura de la Unión Europea a los países del Este tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS le vino a Londres como anillo al dedo para los objetivos que perseguía.

Por unos u otros motivos, algunos de los países del antiguo bloque comunista, entre ellos Polonia y Hungría, parecen sumarse al escepticismo británico con respecto al ideal de una Unión Europea cada vez más cohesionada política y económicamente.

La insensibilidad mostrada por la Alemania de Angela Merkel hacia los problemas que afrontan sus socios, ya se trate de la deuda griega o de los refugiados, refuerza las dudas sobre el futuro del proyecto común europeo y lleva más agua al molino británico.

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