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El meollo

Desagravio a Fontoira

El meollo de la cuestión está en calibrar si el desagravio ofrecido por la "nueva" Diputación a Rafael Fontoira Surís, alma, corazón y vida de la Escola de Canteiros durante treinta años, ha servido para reparar en lo posible el daño infligido por la "vieja" Diputación con su vergonzoso cese.

Los reconocimientos nunca llegan tarde cuando son bienintencionados y están por encima de las mezquindades. Bien cierto resulta en este caso que no ofende quien quiere, sino quien puede, y al "césar" Fontoira nadie puede negarle lo que es del "césar" Fontoira: que la Escola de Canteiros nunca habría llegado hasta aquí sin su implicación personal en un proyecto muy meritorio, que sigue necesitado de un apoyo mayor.

El error más grave que cometió la Diputación de Rafael Louzán con el apartamiento de Fontoira al frente de la Escola de Canteiros no estuvo tanto en el fondo, que sería discutible cuando menos, como en la forma, que resultó lamentable. Eso mismo ocurrió en el Museo, como resulta notorio y bien sabido.

Naturalmente que Louzán y su corporación tenían todo el derecho del mundo a plantear un cambio en el estatus del centro, si estaban convencidos de que requería ese giro. Faltaría más. Era su responsabilidad de gobierno y estaban legitimados para hacerlo, incluso a riesgo de equivocarse.

Pero tendrían que haber puesto más cuidado, mucho más, en la forma de hacerlo, sin faltarle al respeto a la persona que tanto había dado de sí mismo por el sostenimiento de la Escola de Canteiros contra viento y marea. Una charla personal y un agradecimiento público cuando menos, cuyo coste material sería cero euros, pero cuyo valor moral sería impagable.

Fontoira es hoy el único superviviente de quienes estuvieron detrás de aquel proyecto impulsado desde el Ministerio de Cultura a finales de los años setenta por Pío Cabanillas Gallas. Un proyecto al que por cierto dio cobijo para su nacimiento el Monasterio de Poio. Un proyecto que pusieron en pie Antonio Rodríguez Fraiz, Olimpio Liste Regueiro y el propio Fontoira, con Manuel Crespo Alfaya como hombre de confianza de don Pío quien tantas cosas hizo por Pontevedra y los pontevedreses. Todos ellos estarían felices hoy del desagravio recibido por Rafael Fontoira Surís.

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