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Ceferino de Blas.

La generosidad cotiza

Una joven que participó en la reciente recogida de comida para el Banco de Alimentos contaba una experiencia que reconforta al ser humano, y no olvidará. Se encontraba a la entrada del supermercado con un carro para que depositasen sus aportaciones los clientes, cuando se le acercó un hombre de edad a preguntarle en tono amable cómo iba la recogida. Traía en la mano media barra de pan y dos latas de sardinas.

Tras explicarle que la gente se estaba comportando con generosidad, el hombre sonrió, depositó en el carro una de las latas, y se marchó con la media barra de pan y la otra.

-Estoy segura de que era lo único que tenía para la comida, interpretó la cooperante.

Era la analogía del ejemplo evangélico del óbolo de la viuda. La mujer que da al templo la mitad de lo poco que tenía merece alabanzas, y no las dádivas de los pudientes que aportan mucho más. No les suponía ningún sacrificio, mientras la viuda necesitaba para el sustento lo que entregaba.

Los resultados de la pasada recogida de alimentos en Galicia, y en el resto de España, han sido superiores a los de otras campañas. Para bien de las personas que más lo necesitan y utilizan los servicios del Banco de Alimentos a través de las ONG y entidades beneficiarias (asilos, comedores, guarderías, colegios, parroquias).

En la Memoria correspondiente al año pasado, la Fundación Provincial del Banco de Alimentos, con sede en Vigo, contabiliza una entrada de alimentos recibidos de 1.447.499 kilogramos, de los que hizo entrega de 1.345.520 kilos.

Esa cuantía, a falta del balance definitivo, se superará en el actual ejercicio, lo que significa que la solidaridad de las personas que colaboran y, en especial, las empresas y entidades, cuya contribución suma la mayoría del producto final, se ha incrementado. Por fortuna, no cotiza a la baja la generosidad.

Es de subrayar la alta participación de voluntarios en estas campañas navideñas de recogida. No cabe la menor duda de que sin la cooperación de los centenares de personas que se brindan a ayudar no existiría el Banco de Alimentos.

Los propios voluntarios, gente entregada y sensible, reciben lecciones impagables al involucrarse. Por ejemplo que es preferible entregar una lata de fabada que un kilo de alubias. ¿Por qué? Sencillamente porque la cocción de un alimento crudo cuesta el dinero que se ahorra con la lata. Hay personas que están tan al límite en su economía que ni siquiera pueden gastar en gas o electricidad el valor de un guiso.

En la presentación de la Memoria del Banco de Alimentos se lee: "Los seres humanos, todos los seres humanos, no tienen que ser candidatos a la posibilidad de llevarse algún alimento a la boca. Tienen el derecho a la alimentación".

Lamentablemente este derecho, incluso en la Europa del bienestar, solo lo es en teoría. En la práctica miles de personas no pueden ejercerlo plenamente por sí mismas, aunque por fortuna existen organizaciones que cooperan. Por eso, como dice la citada Memoria: "El Banco de Alimentos no resuelve totalmente, pero ayuda a cumplir el sagrado derecho de la alimentación".

En el mundo occidental, aunque sea el mejor de los posibles, basta salir a la calle y echar un vistazo para cerciorarse de que los estados no alcanzan a solucionar todos los problemas que aquejan a los ciudadanos.

De ahí la necesidad de que existan organizaciones como el Banco de Alimentos, Cáritas o los comedores sociales, cuyo funcionamiento sería inviable sin la cooperación de voluntarios, jóvenes o mayores, que aporten su tiempo y esfuerzo.

Aunque el entusiasmo y dedicación de los cooperantes tampoco obtendría resultados sin la generosidad y solidaridad de los ciudadanos que contribuyen con los alimentos que precisan quienes no tienen capacidad de adquirirlos.

Es un bucle en el que participa toda la sociedad. Por fortuna, generosidad y solidaridad cotizan al alza. Y cada cual que adopte el vocablo que mejor le cuadre, según recoge el diccionario. Solidaridad es la adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros. Generosidad, la inclinación a dar y compartir sobre el propio interés o utilidad.

Habrá quien piense que colaborar con estas campañas aquieta las conciencias ante la dureza de la realidad circundante pero también es la posibilidad de identificarse con el género humano.

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