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Matías Vallés.

Al azar

Matías Vallés

Las elecciones empiezan el 21-D

Todavía no habéis visto nada, era el título de la película de Alain Resnais que Woody Harrelson convertiría en expresión de culto en Asesinos natos, de Oliver Stone. En efecto, la aceleración de los tiempos informativos dispara el foco más allá de las urnas, para concluir que las elecciones empiezan el 21-D. Las encuestas y las percepciones coinciden en que la urdimbre de los pactos poselectorales superará en emociones fuertes a una campaña que destaca por su intensidad. El atasco vigente en el camino a la Generalitat se verá superado por un conflicto de mayor envergadura en la autopista hacia La Moncloa. El recuento de votos definitivo solo será el principio de la batalla.

La campaña del 20-D es la primera vuelta de unas elecciones que se decidirán en la segunda manga negociadora. Habrá que demostrarlo. La cifra histórica más modesta obtenida por el primer partido, que no el ganador, de unos comicios son los 156 diputados de Aznar en 1996. A 19 escaños de la mayoría absoluta, el candidato a presidente del Gobierno tuvo que convertirse de inmediato al catalanismo para acceder al cargo. El segundo marcador más ajustado fueron los 159 parlamentarios de Zapatero en 2004, que le obligaron a arrojarse en brazos de Esquerra Republicana. Ninguno de los contendientes actuales aspira ni en sueños a una cifra semejante, y cabe recordar que el PP se despeña desde los 186.

Ningún partido puede garantizar que obtendrá 140 diputados el 20-D, notablemente por debajo de las formaciones más votadas en anteriores comicios dominados por el bipartidismo intocable. Admitiendo que el PP encabece la primera vuelta con los 120 escaños que le adjudica el CIS, no solo quedará a una distancia sideral de los ganadores en las once elecciones generales precedentes, donde sí cabe hablar de victoria puesto que los primeros acabaron accediendo a La Moncloa en todos los casos. En seis de los comicios, los populares no hubieran sido ni los clasificados en segunda posición con este recuento. El mismo Rajoy obtuvo 148 y 154 escaños en sendas derrotas frente a Zapatero.

Una marca que hubiera relegado al PP a la tercera posición en dos elecciones celebradas en este mismo siglo, descalifica su pretensión de un acceso automático al Gobierno en caso de ser la lista más votada con una cuota tan exigua. Si Rajoy obtiene 150 diputados, estará en una posición inapelable para renovar su mandato pese a la caída. Con 120, ha de ponerse a la cola de la combinatoria poselectoral. La dispersión del voto llevaría en un caso extremo a un primer clasificado con 90 diputados. ¿Hay que adjudicarle matemática y patrióticamente otros tantos escaños que necesita para la mayoría absoluta, o su fragilidad le pone en manos de competidores más duchos en el tejido de alianzas?

Cuando Pablo Iglesias avisa de que "después del día 20 ya veremos lo que ocurre", está admitiendo que se viven unos prolegómenos de envidiable pirotecnia, pero que solo decidirán los asientos que ocuparán los cuatro partidos en cabeza una vez que se sienten en la mesa de negociaciones. El encadenamiento de los analistas a las vicisitudes del bipartidismo renqueante destierra la verdadera noticia, el auge de emergentes con perspectivas nunca imaginadas. Ciudadanos y Podemos se benefician de la moderación de los gigantes en declive. En las once elecciones precedentes, un centenar de diputados separaban al segundo y al tercer partido. Es posible que este margen no llegue a diez el 20-D.

Nunca el tercer partido había conseguido más de 23 diputados, y hay que remontarse para ello al Partido Comunista en 1979.

En el primer asalto del 20-D, el cuarto partido doblará con holgura esa cifra según el consenso existente entre los sondeos.

De nuevo, dos formaciones sin apenas historia como Podemos y Ciudadanos han lanzado un desafío inalcanzable para un PC bendecido, con perdón, por medio siglo de lucha antifranquista. Si Albert Rivera y Pablo Iglesias no toparan contra una ley electoral dictada para evitar interferencias, se hablaría de un cuádruple empate. Las elecciones empiezan el 21-D y se saldarán con el primer Congreso que actuará como contrapeso efectivo del Gobierno y no como mera prolongación. En la expresión de Eric Hobsbawm, el ejecutivo pactado deberá aprender a "gobernar a pesar de las extravagancias del Parlamento".

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