La campaña electoral enfila su semana decisiva con las grandes incógnitas, con las que comenzó, sin despejar. A la espera de conocer las últimas encuestas que se harán públicas, las difundidas estos días por la prensa confirman las tendencias apuntadas después de las elecciones catalanas. Millones de votantes que en 2011 optaron por el PP y el PSOE, y por otros partidos menores, están cambiando de voto para apoyar en esta ocasión a Ciudadanos y Podemos, pero el trasvase no será suficiente para que estos nuevos partidos ganen las elecciones. Los pronósticos coinciden en que el PP será el partido más votado y discrepan a la hora de asignar el segundo puesto, aunque el PSOE cuenta con una ligera ventaja sobre Ciudadanos. Es probable que la suerte de un buen número de escaños dependa de una pequeña diferencia en votos y en este punto es muy importante observar los efectos del sistema electoral en el tamaño de los grupos parlamentarios de los partidos emergentes, pues tendrán mucho que decir en la investidura del jefe del gobierno y entre sus prioridades figura, precisamente, la reforma de la ley electoral.

El desarrollo de la campaña hasta ahora no cumple con las grandes expectativas que había generado. Podía esperarse una batalla épica, con novedades políticas y mucha tensión, y por el contrario los discursos son los mismos que vienen repitiéndose hace meses y ha habido críticas entre los adversarios, algunas muy afiladas, pero hechas casi siempre con buenas maneras. Lo primero puede deberse a que los partidos llevan en campaña año y medio y sus principales argumentos son ya bien conocidos. La mayor novedad de la campaña estriba en el protagonismo asumido por la televisión, que ha reducido más que nunca a los votantes, incluso a aquellos que impulsan a los partidos que les prometen una devolución de poder, al papel de espectadores inermes hundidos en un mullido sofá. La actividad de afiliados y simpatizantes se ha trasladado de los mítines, que ofician su despedida, al salón de casa y a las redes sociales.

Por otro lado, los votantes quizá echen de menos la excitación de las campañas de los años noventa y de 2004 en comparación con este buen tono general, a pesar de que parece haber más en juego, tenemos varios competidores muy fuertes y la incertidumbre del resultado se ha multiplicado. Llama especialmente la atención que los equipos de campaña apenas hayan utilizado publicidad negativa, un recurso asociado a la propaganda televisiva que sólo busca el descrédito del oponente, a veces por medios moralmente reprobables. El clima tranquilo ha sido propiciado por la estrategia de los partidos, que han dedicado la primera semana a una especie de tanteo, que les permite analizar las reacciones de sus rivales y de los electores. El mejor ejemplo es la postura adoptada por el PP, que se arriesga a perder el gobierno y, no obstante, ha procurado actuar con discreción para sosegar la campaña y así desactivar la agresividad de sus adversarios hacia él.

Pero es poco probable que lleguemos en este ambiente al día de las votaciones. Lo normal sería que tras las escaramuzas iniciales, como los ataques cruzados de esta semana entre los candidatos, diera comienzo la fase de lucha abierta. El momento señalado para que se rompan las hostilidades es el debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que tendrá lugar horas después de que la carrera electoral reciba el impacto de la última encuesta. Albert Rivera y Pablo Iglesias no participarán en el debate, pero tendrán la oportunidad de comentarlo para una cadena que los ha acogido con los brazos abiertos.

La televisión ha determinado que los partidos emergentes pudieran llevar a su terreno la batalla electoral durante la primera semana y se pondrá a favor de los establecidos en la segunda. El PP y el PSOE intentarán que la campaña en el tramo final sea cosa de ellos dos exclusivamente y Podemos y Ciudadanos querrán aprovechar todas las bazas para seguir en la carrera con posibilidades hasta el día de la votación. Veremos si para conseguirlo se valen de las malas artes de la vieja política o hacen demostración de la nueva que pregonan. A los electores que aún dudan se les acaba el tiempo.

*Profesor de Ciencia Política