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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

El timo de los debates televisivos

Las televisiones se han declarado la guerra de las audiencias con debates electorales que sirven en bandeja munición exclusivamente para tontos. Ellas son seguramente las únicas que salen ganando con esta especie de virus de la discusión mercadotécnica que han inoculado en los televidentes, primero con las tertulias, ahora con la prolongación del monstruo que lleva a los candidatos a inflarse y a desinflarse en busca de un veredicto. Cuando las campañas políticas eran una tómbola, el elector tenía las mismas oportunidades de ser tratado como un imbécil pero, al menos, el ruido era significativamente menor y la pretensión de que un mensaje de interés para el futuro del país estaba siendo lanzado a los cuatro vientos no existía.

El formato actual de debatir a diario por medio de representaciones escénicas memorizadas por los candidatos, asesorados por spin doctors de pacotilla, es la plasmación de que no hay nada más tramposo en este mundo que disuadir por medio de la banalidad. Ni más fácil que envolver la mercancía averiada en discusión supuestamente trascendente en busca del reñido voto de los indecisos.

En circunstancias normales la indecisión jamás saldría de la perplejidad, sin embargo se persigue el milagro. El espectáculo de los debates televisados es reiterado y malo de solemnidad, los candidatos acabarán por degradarse a sí mismos y a sus conciencias errando, y con demostraciones de suficiencia ante el adversario con las que sólo consiguen ponerse en ridículo y, al mismo tiempo, trasladar vergüenza ajena.

Este teatrillo de feria tiene la particularidad de servir, además de a las audiencias, al frívolo e interesado objetivo de resaltar quién ganó, como si de esta manera tuviéramos más oportunidades de ver en él al candidato que más le conviene al país para gobernar en un período especialmente complicado de su historia por la economía, las tensiones territoriales y la amenaza yihadista.

Naturalmente las soluciones a los viejos y nuevos problemas de España no se resolverán en virtud de las habilidades o incompetencias mediáticas tan de actualidad en los debates televisivos, donde los personajes, como dice el ausente Alberto Garzón, se comen a las personas. Un timo más.

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