Hace ya más de cinco años en Pontecesures se anunció a bombo y platillo la ejecución de un macroproyecto de reordenación, embellecimiento y transformación de la fachada litoral. Se estimaba un desembolso de unos 5 millones de euros para actuar sobre 61.000 metros cuadrados de superficie y "hermanar" todo cuanto representa el río Ulla con su actividad pesquera, el papel de la villa como Porto Xacobeo y su vertiente más industrial.

La integración de la villa en el río con tintes ecológicos, lúdicos y económicos era la clave de aquel proyecto que se consideraba ya el más importante de la historia de Pontecesures.

Un lustro después, y no se sabe si también a causa del parásito conocido como Marteilia que acabó con la producción del berberecho en el Ulla, de aquellos cantos de sirena que iban a transformar la fachada fluvial de Pontecesures ya no queda ni el recuerdo.

Y no solo se ha constatado que las campañas electorales son malas consejeras o que la crisis todo lo puede. También ha quedado patente que no solo no ha mejorado nada, sino que, como parece lógico a causa del paso de los años, la situación tiende a empeorar. Tanto es así que a estas alturas ya nadie parece dudar del declive de ese puerto por el que dicen pasó la barca con los restos del Apóstol; esa zona en la que se descarga la afamada y suculenta lamprea del Ulla; ese lugar de peregrinación marítimo-fluvial donde además practican deporte decenas de niños.

Es necesario que actúen Portos, el Concello o quien le plazca, pero algo hay que hacer ya para adecentar la zona. Ni siquiera es necesario aquel macroproyecto de 2010. Basta con lograr unas condiciones dignas.