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Joaquín Rábago.

A regañadientes

Alemania se ha visto un tanto forzada a apuntarse a su manera a la guerra contra el Estado Islámico que tan alegremente lanzó, sin consultar a sus aliados, el acorralado presidente francés, François Hollande.

La crisis de los refugiados, con la invitación de la canciller Angela Merkel a dar la bienvenida a cuantos inmigrantes llamen a las puertas de Europa, ha creado fuertes tensiones tanto en el seno de la Unión Europea como en el interior de los propios países, Alemania incluida.

El espíritu de colegialidad que debería presidir las decisiones de los Veintiocho parece haberse esfumado, lo cual tiene bastante que ver ello con el papel rector asumido por el Gobierno de Berlín en materia de austeridad presupuestaria.

Golpeada una vez más en su capital por el más ciego terrorismo islamista, la antigua potencia colonial que es Francia tuvo un reflejo inmediato, similar al de los Estados Unidos de George W. Bush tras el derribo de las torres gemelas neoyorquinas.

Pero Francia no es los Estados Unidos, que puede hacer -como de hecho hace siempre- de su capa un sayo, y, tras su declaración unilateral de la guerra, París activó la cláusula de defensa mutua prevista en la UE para cualquier socio que haya sido objeto de una agresión armada.

Y el Gobierno francés se encontró con la sorpresa de que el resto de los países no estaban dispuestos a subirse alegremente al carro militar pilotado por un Hollande que no quería dejar escapar la ocasión de mostrar finalmente una firmeza que sus gobernados habían echado de menos en todos los demás frentes.

Pero el eje París-Berlín había comenzado mientras tanto a mostrar peligrosos signos de oxidación hasta el punto de que en una reciente reunión del consejo de asuntos europeos del Parlamento alemán, el ministro francés de Economía, Emmanuel Macron, creyó oportuno denunciar la "falta de solidaridad de Alemania", su incomprensión de los problemas que tiene que abordar Francia.

A muchos diputados alemanes les habría gustado replicarle, pero, comenta "Der Spiegel", ninguno tuvo el suficiente valor de hacerlo porque estaba bien presente en todos ellos el recuerdo de los sangrientos atentados de París.

De ahí que, aunque fuese a regañadientes por estar convencida de que la solución para Siria no puede ser solo militar, Alemania se sintiese obligada al menos a mostrar un mínimo de solidaridad con el país vecino y aceptase enviar a Siria varios aviones "Tornado" de reconocimiento.

En círculos políticos de Berlín existe la convicción de que el manejo de la crisis de los refugiados por el Gobierno alemán, sobre todo después de la precipitada invitación de Merkel a los refugiados, ha causado fricciones con los aliados, que acusan a la canciller de haber abierto de par en par las puertas de Europa a la inmigración.

Ahora, las preocupaciones de los gobiernos francés y alemán parecen divergir: el primero piensa sobre todo en cómo hacer frente al desafío terrorista mientras que el segundo intenta encontrar una solución colectiva a la llegada masiva de inmigrantes y a las resistencias de sus socios a aceptar esa nueva carga.

El Gobierno alemán, al que le cuesta utilizar la palabra "guerra" en relación con Siria, quiere aplacar al menos los ánimos del de Hollande ampliando su presencia militar en Mali y con el envío a Siria de los "Tornados", que, aunque su misión principal es la de reconocimiento, podrían en caso necesario bombardear objetivos en tierra.

Es sobre todo un gesto simbólico, según los expertos militares, ya que los medios desplegados ya por Estados Unidos bastan y sobran supuestamente para localizar los objetivos del Estado Islámico que se trata de bombardear.

Los partidos de la coalición gobernante en Berlín, integrada por los cristianodemócratas de la canciller, los socialdemócratas y cristianosociales bávaros, no creen que pueda haber otra solución para Siria que no sea política y diplomática. Sobre todo porque no existe claridad ni en cuanto a las alianzas militares ni parece haber plan para el día después: ¿debe o no continuar Bashar Al-Asad y en qué condiciones?

En cualquier caso, con su señal de buena voluntad militar en dirección a París, Alemania pretende que Francia se muestre a su vez más receptiva a sus peticiones en materia de acogida de refugiados. Los franceses han aceptado acoger solo 24.000 y en un plazo dos años -los que le asigna la Comisión Europea- y esa cicatería irrita sobremanera a Berlín. ¡Ay, el tan necesario eje franco-germano!

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