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Empresario y presidente de la Confederación de Empresarios de Pontevedra

Educar pensando en futuro

Todos estaremos de acuerdo en que la Educación es una cuestión clave para cualquier persona, y que de ella depende, en gran medida, no solo su propio nivel de bienestar y progreso, tanto social como económico, sino también el de la sociedad en la que vive.

Pero este momento puntual, más allá de la realidad inmediata o de la planificación estratégica, exige de todos y cada uno de nosotros una profunda reflexión. Y, sobre todo, un gran pacto de Estado para que nuestro sistema educativo deje de ser moneda de cambio y se convierta en un referente a nivel europeo o mundial, como ya lo es en otros países de nuestro entorno, o como ya lo son otros aspectos del estado de bienestar español, como el sistema sanitario o el de pensiones, en los que hemos sido pioneros y gracias de los que somos espejo para muchas economías más desarrolladas que la nuestra.

Discrepo de quienes dicen que en España sobran universitarios, y espero que sus palabras hayan sido malinterpretadas. Muy al contrario, y a mi modo de ver, en España faltan puestos de trabajo a la altura del talento que producen nuestras Universidades. Y, quizás, también, sería necesario un cambio de mentalidad en el empresariado, una adaptación a un sistema de trabajo en el que muchos de esos profesionales universitarios tienen tanto que aportar y cuyo trabajo tanto beneficiaría a los resultados de sus empresas y, por tanto, a la economía en general. Nos falta quizás comprender cómo se genera ese valor añadido del conocimiento y cómo transmitirlo a la empresa. Por poner un par de ejemplos, todas las pequeñas y medianas empresas deberían tener entre su capital humano un profesional de la comunicación y las redes sociales, tan importante para proyectar a la sociedad la labor de las empresas.

Lamentablemente, la juventud española, entre los 28 y los 35 años (por no ampliar el margen de edad) se enfrenta a un entorno laboral y económico adverso, no sólo por la recesión que estamos comenzando a superar, sino por un cambio demográfico y generacional, que se está prolongando más de lo deseable, y de modelos, tanto de negocio como sociales. No se trata de desperdiciar la experiencia y el conocimiento de las generaciones más veteranas, sino de sacarle todo el partido posible a la aportación que puedan hacer las nuevas generaciones. Tenemos, sin ningún lugar a dudas, el capital humano mejor preparado de la historia, el que ha nacido con la era digital, el que mejor la comprende y el que ha tenido la capacidad de asimilar los cambios tan vertiginosos que vivimos con mayor naturalidad, pero desgraciadamente nuestros modelos sociales y empresariales no son capaces de asimilar. Así, esta semana, hemos sabido por el INE que más de 32.900 nacidos en España han optado por marcharse en busca de mejores oportunidades, un 30% más de los que lo hicieron en 2014, concentrándose en la población entre los 25 y 39 años.

La economía digital o la industria 4.0, el modelo hacia el que ya estamos planificando nuestra actividad, exige un nivel de especialización cada vez mayor, dinámico y que, claramente, deben aportar las universidades. Pero también son imprescindibles otras titulaciones, como aquellas que provienen de la Formación Profesional. Desde mi punto de vista, son necesarios ambos perfiles profesionales, para abarcar todo el proceso productivo.

Esto nos lleva, de nuevo, a la imperativa necesidad de que entidades formativas y empresariales lleven a cabo una reflexión profunda y coordinada de la que se extraigan las conclusiones que permitan sentar las bases de futuro de la formación del talento y los profesionales que requieren la sociedad y la economía españolas de los próximos lustros.

En lo que todos debemos de estar de acuerdo, la idea que debe regir el debate, es en que la formación es imprescindible, de modo que cuanta más y mejor formación, universitaria o no, seamos capaces de proveer a nuestros jóvenes, mayor será su aportación al progreso y bienestar social.

Los empresarios insistimos mucho en la formación continua de nuestros trabajadores, en su permanente actualización, sin embargo, en el entorno cambiante en el que nos movemos, el desarrollo tecnológico va por delante de los propios centros de formación y de sus programas formativos.

Pero al ritmo al que se suceden los cambios en nuestra Sociedad no podemos permitirnos el lujo de abordar problemas de futuro con los mismos modelos que hemos aplicado en el pasado, es hora de reaccionar ya.

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