Así pues, comprobado -otra vez- que a cierta izquierda ya no le queda ni vergüenza y por eso pretende alargar aún el supuesto affaire amatorio del líder del PP ourensano, quizá sea útil alguna reflexión. La primera, sobre la utilidad de que los legisladores, además de habilitar nuevas normas contra la corrupción y sus vericuetos, que apliquen las vigentes, entre ellas las que hay para acabar con la bula de que gozan gentes que la aprovechan o la inventan.

El "caso Baltar" puede ser un compendio de casi todo lo que se hace mal en un asunto escabroso. Desde su filtración hasta su tratamiento: aquella porque parecía demasiado artificial y éste porque el principal afectado -y su partido, el PP- se empeñó en un imposible, decir que solo era "una cuestión personal". Y en una apuesta muy arriesgada: fiarlo todo a la decisión de los tribunales; que parece haber sido un éxito, pero a la que le quedan flecos.

A estas alturas, lo poco que queda claro -aparte de que la Fiscalía no ha encontrado motivos para llevarlo adelante- es que el affaire era político, porque quien se encargó de usarlo buscaba el objetivo no tanto de hacer justicia como de destruir a un adversario. De haber sido solo personal no hubiese tenido el recorrido mediático -y en cierto modo institucional- que tuvo, resultado también de cómo se las gastan aquí las gentes de ese oficio.

Por eso se reclama -sin la menor intención de escribir epístolas morales- que en la vida pública se haga lo necesario para acabar con los que meten la mano en la caja a través de sus variados caminos y a la vez con los que emplean la falsedad o la apariencia para crear la sensación de que todo es una merdée. Y, procede recordar que ya hay métodos; solo es necesario coraje para utilizarlos.

(Ya existen por ejemplo medidas legales contra las denuncias falsas. Es necesario demostrar con absoluta contundencia que lo son para, de seguido, aplicar la normativa vigente y acabar con eso. Pero se va extendiendo en la medida en que, con diferentes subterfugios, la antigua estrategia del "calumnia que algo queda" sale gratis.Y eso genera de suyo un "efecto llamada" que resulta absolutamente daniño para personas y sistema).

El principal problema para hallar solución es la doble moral desde la que los partidos actúan ante el asunto. Si los afectados por la merdée, con razón o sin ella, son los propios, se aduce cualquier tipo de excusas, se alegan presunciones sin fin y se mira para otro lado; cuando son ajenos, se exige que caiga sobre ellos el peso de la ley. Y todos se auto despachan una bula que no sirve para legitimar sino para ocultar o disimular. Y empeora las cosas.

¿O no?