Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Bonos para las cunas

Alarmado por la caída del censo, que no para de bajar, el Gobierno gallego recibirá en breve a los recién nacidos con una Tarjeta de Bienvenida dotada con cien euros al mes. Aunque dudosamente eficaz, la idea no puede ser más oportuna, ahora que el número de defunciones -16.856- casi ha duplicado al de nacimientos en Galicia -9.276- en el primer semestre de este año.

La medida evoca inevitablemente el cheque-bebé de Zapatero que premiaba con 2.500 euros a las parejas lo bastante temerarias como para traer un rapaz al mundo en tiempos de crisis. Hay matices, no obstante.

El importe de la ayuda que va a ofrecer la Xunta es la mitad de la que pagó el anterior Gobierno socialdemócrata hasta que se le acabaron los cuartos. Y si aquella era universal y se cobraba en efectivo, la de Feijóo consiste en una tarjeta válida solamente para adquirir productos de uso infantil en supermercados y farmacias. Se elude de este modo el riesgo de que a los padres beneficiados les dé por gastarse el subsidio en copas.

Salvadas esas diferencias, las dos iniciativas tienden al mismo propósito de animar a la gente en edad de procrear a que produzca hijos para la Patria, que luego no hay quién mire por los viejos ni quién cotice para las pensiones.

Otra cosa es que estas subvenciones a la natalidad tengan el éxito apetecido, por más que en algunos países nórdicos funcionen razonablemente bien, gracias a que los gobernantes de allí se estiran más a la hora de pagar. Con cien euros al mes durante solo un año no parece que se vaya a estimular en exceso el afán reproductivo de los gallegos, aun en el caso de que no estén en la lista del paro.

Todo esto viene ya de antiguo. El primero en advertir los riesgos de despoblación de Galicia fue, hace ya más de veinte años, el entonces monarca-presidente Manuel Fraga. Alertaba Don Manuel, muy en razón, sobre el peligro de que este cristianísimo reino fuese repoblado por sarracenos si los naturales del país no pusieran más entusiasmo en la tarea de facturar rapaces. Pero ni siquiera la evocación de Almanzor, a falta de subsidios y guarderías, fue suficiente para estimular a las parejas.

Las gallegas siguieron pariendo poco, tarde y a veces nunca, con la funesta consecuencia de que el número de defunciones empiece a doblar ya cada año al de nacimientos. Con tantas bajas en el censo, no extrañará que en Ribadavia se haya consolidado una de las más prósperas industrias de fabricación de ataúdes y demás mobiliario fúnebre de España.

La manufactura de cunas sigue a la baja, sin embargo, pese al modesto repunte que ha experimentado en este primer semestre coincidiendo con la leve mejora de la economía. Quizá esté ahí el quid de la cuestión.

El baby-boom de los años sesenta no lo trajeron los premios de natalidad con los que Franco obsequiaba a aquellas desmesuradas familias de hasta veinte hijos, sino el notable crecimiento financiero que experimentó el país en esa década. Un fenómeno que ya no se repetiría con el reciente boom de la construcción, cuando los españoles dieron preferencia a las casas y coches sobre los niños a la hora de gastar aquella fortuna que luego se reveló ilusoria.

Quizá por eso parezca algo excesivo pensar que un bono mensual de cien euros vaya a arreglarnos ahora la descangayada pirámide demográfica de Galicia. Aunque tampoco sea cosa de hacerle ascos, claro está.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

Compartir el artículo

stats