Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Xabier Fole

el correo americano

Xabier Fole

Miedo

Estremece observar la inusitada eficacia del terrorismo, vocablo sin definición consensuada, cuando se aplica con intensidad en sociedades divididas. A diferencia de lo que sucede en un conflicto bélico, donde las ofensivas o bombardeos tienen como finalidad alcanzar el mayor número de bajas -civiles y militares- o destruir estratégicamente infraestructuras, con un atentando no se pretende (tan solo) aniquilar para vencer o asesinar para eliminar: busca provocar una reacción, a ser posible desmesurada, ante el hecho abominable. Despertar la furia de los otros inyectándoles el odio con la intención de justificar sus propias cruzadas; inventar una guerra en nombre de toda una civilización o comunidad religiosa, a pesar de que las primeras víctimas son aquellos a quienes los violentos dicen representar. El auge de la extrema derecha de Marine Le Pen y el éxito de su discurso xenófobo ejemplifican la victoria de los bárbaros.

Por esa razón eligen salas de conciertos, lugares representativos del placer contemporáneo, como Bataclan, para golpear en la espinilla de Occidente, penetrando en el calor efímero de la noche y ejecutando a sus gozosos pájaros de la libertad.

Asesinos suicidas, formados en tradiciones judeocristianas, se presentan como soldados de un estado lejano y ficticio, mal llamado "islámico", asumiendo el papel de mártires de la conquista espiritual del mundo, cuando, en realidad, gran parte de ellos, fascinados por la estética de la muerte y reclutados en las redes sociales, asimilan esta perturbadora fantasía impulsados por motivos mucho más prosaicos. Como el presunto responsable de la matanza de París, en cuya biografía podemos descubrir una reveladora paradoja: el supuesto autor intelectual, a quien su propia familia deseaba la muerte, nació en Bélgica, vivió una infancia y una adolescencia "normal" y acudió a una costosa escuela de Uccle. No se hallan señales en su cronología existencial de una comprensible historia de radicalismo fraguada en la pobreza y la marginación, salvo una inexplicable ruptura con el estilo de vida que siempre había llevado cuando decidió convertirse en yihadista.

Difícilmente se puede iniciar una batalla si el enemigo a batir, uno de los nuestros hasta el día de la iluminación, surge espontáneamente de los lugares más insospechados. De ahí que el momento que estamos viviendo, sin precedentes históricos conocidos, nos obligue a repensar el concepto de "la guerra" más allá del reconocimiento de su existencia, ya que uno puede identificar la beligerancia, pero no sabe con certeza dónde contraatacar ni de qué manera. Sí sabemos, no obstante, que los refugiados sirios, quienes huyen de masacres parecidas a las que hoy lloran nuestras democracias, son recibidos con hostilidad por los sectores más nacionalistas de la población, así como por algunos príncipes de la Iglesia católica española. Sabemos, además, que el gobierno francés ha propuesto una reforma constitucional -la cual parece contar con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos de la república- para incrementar la seguridad del país, aunque esto suponga una pequeña vulneración de los derechos de sus habitantes. Y los musulmanes franceses esperan, con temor, un nuevo brote de islamofobia. Efecto colateral, este último, deseado sin lugar a dudas por los terroristas, para quienes el triunfo no consiste en tomar plazas y ciudades, sino en contemplar cómo sus objetivos, inducidos por el miedo, se destruyen a sí mismos, contagiándose del resentimiento que ellos experimentaron primero.

Compartir el artículo

stats