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De vuelta y media

Dominguín, el PCE y Litoral

El empresario taurino barruntó la idea peregrina, tras comprar el semanario pontevedrés en 1957, de poner su imprenta al servicio del partido comunista

Si divertido fue seguir los pasos de Milagros Riestra Peinador, dos apellidos de superior abolengo, metida a cronista de sociedad en una revista pontevedresa de aroma "rojillo", totalmente rocambolesco resultó hacer lo propio con Domingo González Lucas, un Dominguín hasta el tuétano, metido a editor clandestino del Partido Comunista de España, con la imprenta de Litoral de tapadillo en aquel tiempo del cólera franquista.

Domingo Dominguín, nombre de guerra del tal Domingo González Lucas, hermano del torero Luís Miguel Dominguín, se convirtió en propietario y gerente de Litoral cuando estrechó su relación con la plaza de toros de Pontevedra.

Los hermanos Domingo y Luís Miguel habían heredado de su padre la propiedad del coso de San Roque. Sin embargo, Domingo Dominguín no ejerció como organizador de las corridas de toros hasta el año 1955. Entonces llevó a cabo su desembarco empresarial en esta capital y eligió como representante a Alejandro Milleiro Sampedro, secundado por dos ínclitos colaboradores: Pedro A. Rivas Fontenla y Sabino Torres Ferrer.

Cuando alguien preguntó al empresario taurino porque había comprado Litoral a mediados de 1957, contestó que en aquel momento no había encontrado ninguna otra cosa mejor en donde invertir 200.000 pesetas, precio que pagó por la cabecera del semanario y el taller de impresión. ¡Ya era dinero!

Antes de acometer la operación pidió consejo sobre su viabilidad económica a Rafael Landín Carrasco, director de la revista hasta su cierre temporal nueve meses antes. Honestamente Landín le desaconsejó la adquisición por considerarla un negocio ruinoso. Y Dominguín le replicó sin inmutarse: "¿Y tú crees que es más sensato que yo arriesgue un millón de pesetas a que no llueve en Pontevedra el día de la Peregrina?" Ese era el dinero que se jugaba el promotor con la corrida de tan señalada fecha.

Domingo Dominguín no solo no le hizo ni puñetero caso, sino que lo nombró director de Litoral. Nadie mejor que Landín para relanzar el semanario.

Así era aquel hombre encuadrado en el género singular de los tipos irrepetibles: idealista, alocado y manirroto. Por ese motivo a él, solo a él y nada más que a él podía ocurrírsela la idea peregrina de tratar de poner la imprenta de Litoral al servicio de la propaganda clandestina del PCE de Santiago Carrillo.

Esta singular revelación fue realizada por Armando López Salinas, uno de los activistas más destacados del partido comunista español en aquel tiempo, junto a Sánchez Montero, Julián Grimau, Javier Pradera, Jorge Semprúm, Ramón Tamames y algunos más.

"Entre los múltiples proyectos de tú padre -contó Salinas a su hijo Domingo-, que era un hombre muy imaginativo, estuvo el de montar una imprenta clandestina y editar un periódico, que fuera recorriendo España en una furgoneta. No se llevó a cabo, pero el plan que nos presentó se estudió en el partido durante cierto tiempo. Se quiso hacer, por cierto, en Pontevedra".

Tan valioso testimonio de un interlocutor directo apareció recogido en el libro Dominguines contra Dominguines, en donde Domingo González Aparicio, su hijo primogénito, narró la vida y milagros de su querido padre.

De paso, aprovechó para ajustar cuentas familiares y puso a caer de un burro a su tío Luís Miguel. Entre otras perlas cultivadas, contó como algunos años más tarde su padre se vio obligado a malvender el coso de San Roque a Julio Suso para satisfacer las exigencias económicas de su caprichoso y encumbrado tío.

Obviamente Domingo Dominguín era el "rojo" de la familia, aquel de quien tanto le hablaban a Franco en voz baja algunos chivatos y aduladores.

Tanto le susurraban una y otra vez, que un día el Generalísimo encargó identificar al comunista en cuestión a su ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, alias "Camulo", no hace falta explicar el porqué de tal contundente mote. Entonces Alonso Vega invitó a cenar a Luís Miguel y a Domingo. Solo faltó el tercer hermano, Pepe, a quien todo el mundo tenía por un hombre moderado.

Mano a mano, los Dominguín hicieron aquella noche una faena memorable. Empezaron a contar historia de toros y "Camulo lo pasó en grande. No paró de reír. Luego su informe a Franco resultó determinante: "A estos -dijo- hay que dejarlos que hagan lo que les dé la gana porque son absolutamente inofensivos".

No satisfecho con aquel informe, el Generalísimo también interrogó al respecto a José Antonio Girón de Velasco, el ministro que más tiempo permaneció al frente de la cartera de Trabajo, y hombre de su absoluta confianza.

Pero el "león de Fuengirola", su nombre de guerra, sentía auténtica devoción por Domingo Dominguín. Cuando eran muy jóvenes, ambos habían combatido juntos, codo con codo, en la Guerra Civil. Ante esa dualidad, Girón casi siempre estuvo más cerca de Dominguín, cuya casa frecuenta mucho, y puso por él la mano en el fuego: "Así son los dominguines; cosas de intelectuales".

Todo esto narró también su hijo en el libro referido, de lectura más que recomendable para pasar un rato extraordinario.

Cara al exterior, Domingo Dominguín anunció en verano de 1957, con motivo de la reaparición del semanario, su intención de potenciar al máximo Ediciones Litoral.

En el primer número del 17 de agosto de aquel año, anticipó su intención de poner en la calle un periódico, algo que Pontevedra no tenía desde 1939. Y la semana siguiente añadió que ese diario iba a instalarse en el mejor edificio de la ciudad todavía sin construir, mediante la convocatoria de un concurso de proyectos?.

Por supuesto que no hubo ni lo uno ni lo otro. La aventura de Dominguín como editor de Litoral duró lo que dura un embarazo, pero finalmente no nació el pretendido diario comunista. No obstante, Pedro Rivas y Sabino Torres, que viven para contarlo, aseguran que aquella etapa fue bonita mientras duró.

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