Transmitir optimismo ha sido una de las bazas del Gobierno como arma para combatir la crisis al menos desde el punto de vista psicológico. Y, de hecho, en algunos momentos han contagiado emoción, expectativas e ilusión pues había elocuencias como la disminución del paro en verano y algo más de dinero en los bolsillos de las familias por la bajada de los carburantes o la reducción del IPC.

Todo ello era apreciable desde un punto de vista macroeconómico que tuvo su reflejo en lo más doméstico. De hecho, en pleno apogeo turístico, el paro bajó hasta las 9.000 personas, de las casi 14.000 que estuvieron registradas en algún momento de la crisis.

Claro que es positivo que baje el paro, sobre todo porque en muchas casas han entrado algunos recursos económicos que les han sacado de la miseria más absoluta, Pero ha sido pan para ayer y hambre para el presente.

El Instituto Galego de Estadística (IGE) acaba de refrendar esta realidad. Lo cierto es que en los años de la crisis, el poder adquisitivo de los vecinos de O Salnés se redujo en 264 euros, más que en todas las demás comarcas de la provincia. Los ingresos promedios por hogar se quedaron en 1.800 euros mensuales, frente a los casi 2.100 de seis años antes.

A mayores, las entidades sociales reconocen que el ritmo de las ayudas sociales les desborda, salvo el paréntesis del verano, cuando aparece algún trabajo de temporada y hay menos gastos pues no se necesita calefacción.

En definitiva, no es oro todo lo que reluce. El paro ha vuelto a tomar la senda del crecimiento y en los comercios se siente esa apatía por el consumo. No es que haya una recaída sino que la situación se hizo crónica.

De ahí que las autoridades locales y también las comarcales deberían tomarse más en serio la situación y exigir políticas que conduzcan a la recuperación después de casi siete años de vacas flacas, como diría el pasaje bíblico. Es hora de revitalizar los polígonos empresariales que languidecen: Pousadoiro, Baión, Valga, Dena, Barro-Meis y tantos otros, pero sobre todo no poner trabas a quienes han querido invertir y no les han dejado. Un error que solo pagan los ciudadanos.