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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Añadimientos: de la circulación al amor, pasando por la jota

Azorín llamaba añadimientos a los apéndices o complementos de alguno de sus escritos. Así podrían titularse estos artículos en los que recojo casos y cosas de aquí y de allá y que no son más que un revoltijo de cotidianas curiosidades, noticias y reflexiones, algunas de las cuales acaso podrían interesarles.

Y es que, cuando les escribo estos y otros sueltos en FARO DE VIGO, no pretendo descubrir nada nuevo, simple y llanamente quiero entretenerles, tratando de no repetirme. En unos casos rescato personas olvidadas o no suficientemente reconocidas; en otros afloro obras poco populares y no por ello faltas de valor. Tampoco descuido en ningún modo las creaciones de los grandes artistas y, cuando me atrevo a analizarlas, lo hago las más de las veces desde la perspectiva médica, que es la que mejor conozco. En ocasiones reverdezco casos y cosas relegadas, porque que merece la pena recobrarlas o porque las actualiza la coyuntura. Otras denuncio lo inadmisible o destaco lo meritorio. También reflexiono sobre libros que han caído en mis manos, la mayoría de las veces gracias a la generosidad de mis amigos. Finalmente libero documentos o efectos que obran en mi poder, gracias a mi afán coleccionista. Y ¡claro está!, al escribir de aquello y de lo otro, emito mis propios juicios. Usted, mi querido lector, los acepta, los corrige o los rechaza. ¡No puede ser de otra manera! En cualquier caso, gracias si me lee.

Sobre circulación urbana y ¿la voracidad recaudatoria?

El día 3 de noviembre, a las cinco de la tarde, en la calle Juan XIII de Ourense, a la altura de la calle Paz Nóvoa, comenzaba a cruzar la vía por el paso cebra de peatones en cuanto el semáforo se puso verde para los viandantes. En ese momento un automóvil negro, a elevada velocidad, invadió y atravesó el paso. Nada sucedió porque al advertirlo detuve mi marcha y hasta pude dar un paso atrás, pero el susto fue morrocotudo y el riesgo innegable. No era la primera vez que me sucedía algo parecido o era testigo de ello.

Sin embargo, he sido testigo muchas más veces de cómo, en cumplimiento de la más estricta legalidad, son sancionados los propietarios de vehículos aparcados en lugares no permitidos por ley pero en los que nada obstaculizan y gracias a lo cual pueden cumplir con obligaciones personales ineludibles. Se me antoja que estas multas asemejan a "cuotas" sobreañadidas a las tasas de circulación. Tasas que nos deberían facilitar las mil y una tareas que conlleva en una ciudad la vida ordinaria. En contraste, impresiona la flexibilidad urbana de otras ciudades españolas y europeas, en las que incluso te facilitan el aparcamiento pasajero. Es posible que sea una de las razones por las que tengan más visitantes. Pero, por si fuese poco, para un más riguroso cumplimiento de esta tarea sancionadora, el ayuntamiento ha adquirido un "multamóvil", vehículo perfectamente equipado para fotografiar a todos los vehículos mal aparcados o estacionados. De este modo, dispondrán de pruebas gráficas para poder sancionar todas las infracciones por aparcamiento indebido. ¡Que no se escape nadie por tan terrible quebrantamiento de la ley! ¡Ay pobres policías urbanos, cuyo servicio es imprescindible, a lo que se ven obligados! Mientras se entretienen en esa tarea, los vándalos de la circulación urbana campean por sus respetos. Sin ellos proponérselo van a perder aquella atractiva y querida imagen de nuestros viejos conocidos guardias urbanos -un días me referiré a ellos- y que de modo magistral interpretó el inolvidable Manolo Morán (1905-1967), en su conocida película Manolo, guardia urbano (1956).

Sin aventurar juicios, ni hacer críticas, me atrevo a plantear una pregunta: ¿Cuántas multas se imponen por exceso de velocidad o cruzar semáforos rojo o en ámbar y cuántas por aparcamientos en zonas no permitidas que no alteran en absoluto la circulación ni los accesos?

Mis pacientes

Les he hablado más de una vez de mis pacientes que, después de cincuenta años de ejercicio profesional como pediatra, son los hijos y los nietos de los que hace años fueron mis enfermitos. Unos y otros han sido y son mis benefactores y quienes mantienen vivo mi interés por la Pediatría y mi actividad continuada como médico. Si me faltase su fidelidad, yo no tendría interés en actualizar mis conocimientos de forma permanente, a la luz de la medicina científica actual basada en la evidencia. Es la manera con que puedo compensarles su entrega confiada y generosa, aunque nunca llegaré a equilibrar su devoción. Mientras sigan requiriendo mis servicios, ahí me tendrán al pie del cañón, con toda receptividad, para darle respuesta a las inquietudes y dolencias de sus hijos y nietos y mientras mi capacidad física y mi lucidez me lo permitan.

La jota

La jota es un baile popular propio de Aragón, pero también lo es de muchas otras comunidades y pueblos españoles: la jota de Castilla, la de León, la de Navarra, la de Rioja, la de Cantabria, la de Asturias, la de Extremadura, la de la Alta Andalucía, la de Murcia, la de Valencia, la de Cataluña, la de Canarias (con su derivado la isa)? y, ¡no podía faltar!, la de Galicia. Hasta a Filipinas llegó la jota, de mano de los religiosos españoles, donde aún la bailan los tagalos, acompañada de instrumentos nativos. En cada lugar la jota tiene sus peculiaridades características y los trajes de sus intérpretes son diversos. Las variaciones se producen incluso dentro de la misma comunidad. Así, son típicas y diferentes la jota de las Tierras del Ebro catalanas y las del Campo de Tarragona. En Galicia la jota tiene pasos menos saltados y más arrastrados y se acompaña de panderetas. Asimismo, en Galicia hay variantes coreográficas y dialectales: o vira en Entrimo, pateado en Santiago, maneo en Bergantiños y la peculiar jota de la zona norte de Ourense y Pontevedra, siempre en rueda con mujeres a un lado y hombres al otro. En fin, que la jota se baila y es de toda España, si bien con variantes autóctonas. Y la jota no solo se baila, también se canta: "La Virgen de la Fuencisla / Le dijo a la del Pilar / Si Tú eres aragonesa / Yo segoviana y con sal". Inocente enfrentamiento y rivalidad amable, que nada tiene que ver con las conflagraciones aborrecibles e imperio-aldeanistas de los políticos fanatizados que se empeñan en representarnos a todos, cuando en realidad son minoría. Y su afán secesionista les lleva a reinventar la historia, de forma tan pueril, que me recuerda a aquella que en mi infancia recreaba el tebeo falangista Flechas y pelayos. La revistilla era ilusa y su daño menor. Los insensatos de ahora para conseguirlo incluso no dudan en transgredir las leyes que nos hemos dado en democracia.

Sobre la amistad y el amor

Lucio Anneo Séneca (Córdoba, 4 a.C. - Roma, 65 d.C.) escribió sobre la amistad y el amor (lean Sobre la amistad, la vida y la muerte. Edit. EDAF: 2011, me lo agradecerán y no se arrepentirán). El sabio estoico afirmó que la amistad no tiene su motivación en los bienes materiales sino en los espirituales. Cuando aludió a la amistad auténtica se refirió a aquella "Que ni la esperanza, ni el miedo, ni la preocupación por el propio provecho son capaces de destruir y, a su vez, es con la que mueren y por la que mueren los hombres". En una de sus cartas a su amigo Lucilio, la número 9, cuando este le pregunta: "¿Para qué te procuras un amigo?". Séneca le responde: "Para tener por quién morir, para tener a quién acompañar al destierro, oponiéndose a su muerte y sacrificándome por él". Lo confirmó su contemporáneo Jesús (Evangelio de San Juan, 15:13-17). "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos". Es posible que en estas afirmaciones esté la razón de que tengamos tan pocos amigos.

Asimismo, el propio Seneca afirmó: "La amistad siempre es provechosa; el amor a veces hiere", pero no hay amistad sin amor. En contraste, el escritor y periodista gallego Manuel Ortiz Novo (Santiago de Compostela, 1891-1933), en su primera entrega poética, Prosas aladas del jardín interior (Santiago de Compostela, 1916), dejó escrito: "La mayor parte de las veces, amamos para que nos amen. Amamos un poco más para que nos amen mucho. Amamos mucho, para que nos amen mucho más. Casi siempre, nuestro amor, nuestro amor es un egoísmo y una exigencia". Cuestión de discordancia, queridos lectores, escojan. Mas grave sería hacer realidad el refrán: "Si tienes mujer hermosa o buen vino, no te faltarán amigos".

¿Hacia dónde me encamino?

Por hoy termino. Estos añadimientos son de liviana escritura y no requieren otra fuente que mi pensamiento y mi escasa cultura y, sin proponérmelo, me desvío por los derroteros de la crítica agria lo que, dada mi edad en que las inhibiciones merman, supone imprudencia y temeridad y puede afectar a mi salud. Sin embargo, no teman. No caeré en el borreguismo y seguiré escribiendo en el tono que corresponda. Ser borrego es dejar de ser humano. Así que termino con lo que decía el antropólogo vasco Julio Caro Baroja (Madrid, 1914 - Bera de Bidasoa, Navarra, 1995): "Lengua, raza y religión no hacen nación". Transcripción por la que pido perdón a los inquisidores políticos. Parte de la culpa es de los lectores que me invitan a seguir con esta colaboración. Y finalizo planteándome una pregunta: ¿Qué es lo que hace nación?

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