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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Champán contra los bárbaros

"Ellos tienen las armas. Que se jodan: nosotros tenemos el champán", proclaman orgullosamente en su último número los supervivientes de "Charlie Hebdo", el semanario ametrallado a principios de este año en París como aperitivo de la última matanza. Es toda una estrategia de combate a la que se han sumado los parisinos llenando las terrazas, los bares, las salas de conciertos y demás lugares pecaminosos de los que quieren apartarlos los clérigos armados de kalashnikov. No pasarán.

Nada más apropiado que el humor -ese atributo de la inteligencia- para hacer frente, en efecto, a quienes buscan acabar con el gusto por la libertad y los placeres de la vida que caracteriza a Occidente y, en particular, a la felizmente libertina Francia.

Conscientes de la amenaza, los parisinos más lúcidos reniegan de los llamamientos a "rezar por París" que algunas gentes sin duda bienintencionadas publican estos días en internet. "Muchas gracias, amigos, pero no necesitamos más religión", les contesta el dibujante y cineasta Joann Sfar, para aclarar de seguido que "nosotros creemos en la música, en los abrazos, en la vida, en la alegría y en el champán". Que recen ellos.

Esa placentera concepción de la existencia es la que atacan, poseídos por la solemnidad del burro, los siniestros soldados del Ejército Islámico al vaciar sus cargadores sobre los infieles que practican la módica alegría de vivir en una terraza o en un baile. Parece lógico, si se tiene en cuenta que detrás de cada represor hay un reprimido que le niega a su cuerpo -y al de los demás- los placeres de la carne.

Esta gente llegada de las profundidades del Medievo fornica poco y mal, abomina del vino, detesta la música y se pasa el día rezando. Con tal plan de vida -si así se le puede llamar- no extrañará que la única diversión que les quede a tales sufridores por voluntad propia sea la de jugar a moros y cristianos con el kalashnikov.

A cambio, esperan que se les premie su martirio con las setenta y dos vírgenes por varón que el profeta les ofrece cuando lleguen al paraíso. Se ignora, eso sí, cuál pueda ser la recompensa para las mujeres yihadistas como la que ayer se inmoló en París por la causa, salvo que militen en el bando de Lesbos. Misterios de la fe solo al alcance de ulemas y demás doctores del ramo.

Contra este pensamiento hirsuto no bastan -aunque tampoco sobren- los aviones que Francia, Rusia y otros países envían desde hace meses a descargar bombas sobre los campamentos del Estado Islámico. El éxito de la vía militar no ha sido grande hasta el momento y, a mayores, ese tipo de represalia presenta el riesgo de causar indeseados daños colaterales en caso de error.

Probablemente sería mucho más eficaz la fórmula achampanada que acaban de sugerir los dibujantes de "Charlie Hebdo". Bombardear a los terroristas con obuses de risa, de alegría y de lujuria bien pudiera ser el último recurso contra la ola de resentimiento que desde hace años nos viene cayendo encima a los pobres pecadores de Occidente.

Ese tratamiento de choque basado en dosis masivas de sexo, conciertos, terraceo, champán, rock y Mozart es el que está poniendo en práctica la nueva Resistencia francesa. Venciendo al miedo, los parisinos han decidido salir a la calle y seguir su vida a imitación de los británicos que respondieron a las V-2 de Hitler con el lema "Keep calm and carry on". No hará falta recordar que ganaron.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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