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Artur Mas, Ibarretxe bis

¿Existió Ibarretxe, o fue una parábola narrada en la clase de Historia? Aquel calenturiento lendakari, fulminado tras defender su "plan" separatista ante el Parlamento español, desapareció tan radicalmente de la vida del país que parece no haber existido nunca. Ni siquiera para los suyos, que le arrinconaron sin una palabra de gratitud. Artur Mas lleva similar camino, aunque no esté en su agenda comparecer ante las Cámaras del Estado. No hacen falta para fulminarlo. La CUP, una de las más pequeñas minorías del Parlament catalán, lo está haciendo con precisión y firmeza implacables. El president en funciones no volverá a la titularidad ni siquiera por diez meses previos a la enésima llamada a las urnas, porque está bajo sospecha de corrupción y connivencia con el clan Pujol, el más pestilente del país, y porque es un pésimo administrador de los derechos y garantías de los más vulnerables. Sorprendentemente, el fin no justifica los medios para la CUP.

Tampoco es que los radicales sean santos. Quieren la "desconexión" de España para fundar una república independiente: es decir, cambiar un sistema por otro que no es objetivamente mejor -como se aprecia en las democracias europeas-, con lo que desmienten su credo "antisistema". Y cargarán con carros y carretas si el pacto de mayoría que encabeza Mas prescinde de él y designa otro candidato. Algo es algo. En cambio, las tragaderas de Mas y los suyos son insondables para engullir la aberración teológica de que los medios justifiquen el fin: la ruptura. Quieren olvidar que estas fiebres son cíclicas en su territorio y que todas han fracasado en el correr de los siglos. Por lo que vamos viendo, Artur Mas se deja empujar a la vía muerta de Ibarretxe. No será el primero aunque efímero presidente de la "república de Cataluña", según jocosa jaculatoria de la presidenta del Parlament, ni el mártir que dio por ella su fama (muy ajada), su honor (presunto) y, si así pluguiere a la historia, su vida.

Los 39 puntos exigidos por la CUP para entregar la presidencia a los burgueses de JxS diseñan un misericordioso estado paleomarxista que horripila a todos los empresarios catalanes -díganlo o cállenlo- y tan solo es concebible en la periferia del mundo desarrollado. Standard & Poor's ya se ha unido a Fitch en calificar de bonos basura los de la deuda catalana. Solo falta la tercera agencia de rating para consumar la república anticapitalista que postulan los de la CUP. Mas parece dispuesto a todo para no fracasar en el decimonónico intento de transitar por el siglo XXI con un pequeño pseudo-estado invivible e invisible. Gran negocio, digno de Ibarretxe. Mientras tanto, las oficiantas y los oficiantes de la ruptura seguirán mixtificando la verdad, mintiendo sobre las legitimidades e inspirando crecimientos de la opinión independentista que no se los creen ni ellos, como demuestra el que no quieran ni hablar de nuevas elecciones. El proceso está a punto de encallar, pero no hay quien lo pare, dicen. Pues claro que no; ya llegará el próximo ciclo. Y el siguiente...

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