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Nombres propios

Florentino Cuevillas, arqueólogo

Florentino López Cuevillas nace en la casa nº 77 de la calle del Progreso el día 14 de noviembre de 1886, con lo que se cumplen ahora 129 años de su nacimiento. Falleció en su casa familiar de la Praza do Ferro el 30 de julio de 1958 y sus cenizas se encuentran en el panteón de la familia del cementerio de San Francisco. Don Floro, que era como le llamaban sus amigos ourensanos, y entre ellos, Otero y Risco, es una gran figura de nuestra cultura, tan olvidado como importante. Sus estudios sobre la cultura "castrexa" y celta, la edad del hierro en Galicia y la prehistoria en el noroeste peninsuilar, están todavía hoy sin superar. Olvidado en su tierra, es de estudio obligado en Alemania, en las Facultades de historia, arqueología y etnografía. Considerado como el progenitor de la arqueología gallega, fue miembro de las "Irmandades da Fala", de la generación "Nós", del Seminario de Estudos Galegos (SEG) y del Partido Galeguista republicano. Fundó en 1917 con Risco la revista neosófica La Centuria y colaboró en la revista cultural Nós, en la que en 1920 publicó su primer artículo de tipo arqueológico, bajo el título de "A mansión Aquis Querquernis".

Cuevillas escribió infinidad de artículos y muchos sobre temas ourensanos, escritos con una prosa sencilla pero profunda, bella y amena. Los referidos a Ourense fueron publicados en 1969 por el Ayuntamiento ourensano en una edición de homenaje con el título de Cosas de Orense. La edición, prologada por Otero Pedrayo, recoge nada más y nada menos que 265 artículos a cada cual más lindo, entre los que no faltan los referidos a los encantos y rincones de nuestra ciudad ourensana, que él también tanto amaba. Entre ellos, merecen ser destacados los que se refieren a la Praza do Ferro, el Posío, los tres puentes, Montealegre, la Alameda, Oira, Velle, la Catedral, la Praza Maior, Castelo Ramiro, las estaciones del año y las fiestas populares de los magostos, el carnaval, los "Maios" y el S. Juan. Este libro había sido editado por decisión unánime del pleno municipal ourensano en la sesión del 5 de marzo de 1968. Formaban parte de la corporación entre otras, personas tan sensibles y ourensanas de pro, como nuestros amigos Luis Gómez Andelo, Manuel Blanco Guerra y Eustaquio Puga, ya desaparecidos, y los felizmente vivos Amando Prada Castrillo y Manolo Rego Nieto. En el mismo pleno se acordó ampliar este homenaje a Don Floro, dedicándole una calle de la ciudad, dándole su nombre al colegio de enseñanza primaria de Velle y levantando un monumento de estilo celta (un menhir de granito) delante del centro con un ciprés al lado. Más tarde se erigió uno similar en su honor en la Alameda, al lado del edificio de correos. Nos gustaría mucho poder reproducir el acta de los acuerdos plenarios, porque es de una redacción maravillosa, reveladora de la sensibilidad de aquella corporación hacia la figura tan insigne de Cuevillas. En todo caso, aconsejamos a nuestros lectores que la lean para comprobar como aquellos concejales sabían reconocer los profundos valores de Don Floro y su proyección fuera de nuestras fronteras.

En otro hermoso libro titulado Prosas Galegas, publicado por Galaxia en 1962 y reeditado en 1971, entre otros artículos escribe algunos tan interesantes como: O outono en Galiza, Muiñeira, Emigrantes, Sementeira, Curros Enríquez, O centenario de Lamas Carvaxal, As raíces fondas de Galiza, Ligures contra celtas, Relaciós prehistóricas entre Galiza e as Illas Británicas, Noite na citánia e Como nasceu a cidade de Ourense, un hermoso artículo que todo ourensano debería leer. Para conocer nuestras raíces y como fue evolucionando nuestra linda ciudad, a pesar de los desmanes de los planificadores de turno. Es también muy interesante y revelador de su gran valía como investigador, el tercer volumen de su autoría dedicado a la Prehistoria, de la magna obra editada en Buenos Aires en 1962 por la editorial Nós, que había sido coordinada por Otero Pedrayo y titulada Historia de Galiza.

Cuevillas tenía muy clara la unidad cultural y lingüística entre Galicia y el Norte de Portugal, y la influencia de los pueblos procedentes del estuario del Tajo en nuestro país hermano y la de los otros finisterres atlánticos. Su mejor amigo en Portugal, que lo visitaba muchas veces cuando venía a Ourense, era Joaquim Rodrigues dos Santos Júnior, con el que existe una gran relación y también de tipo epistolar. La correspondencia entre ambos ha sido recogida en un importante libro por Isaac A. Estraviz, que fue publicado por la Fundaçom Meendinho con ayuda de la Diputación y del Ayuntamiento de Ourense en el 2011. Santos Júnior, del que se conserva su excelente biblioteca en la localidad transmontana de Torre de Moncorvo, fue un magnífico arqueólogo, profesor de la Universidade do Porto y director de su Instituto de Arqueología, además de miembro de muchas sociedades portuguesas y extranjeras, incluida la Real Academia Gallega.

Cuevillas interpretó también muy bien la influencia celta en la cultura gallega, con armonía y equilibrio y sin exageraciones. Porque él era un investigador digno, utilizando siempre el método más científico en sus investigaciones y en las muchas excavaciones que llevó a cabo en multitud de castros. En algunos con colaboración de Bouza Brey, Joaquín y Xurxo Lourenzo y Manuel Taboada Chivite. Como ya comentamos, sus rigurosas publicaciones fueron conocidas y muy valoradas fuera de Galicia. Por lo que fue acogido en muchas academias y sociedades arqueológicas de toda Europa. Especialmente en las lusas "Sociedade Portuguesa de Antropologia e Etnologia" y "Associação dos Arqueólogos Portugueses". En la francesa "Institut International d´Anthropologie" y la germana "Deutsche Archäologische Institut". Presidió también en su ciudad la Comisión de Monumentos de Ourense y fue Delegado del Patrimonio Artístico Nacional. Ourensanos y ourensanas podemos sentirnos orgullosos de contar en nuestra cultura con una persona tan digna y tan valiosa. Que no merece el olvido al que la tenemos sometida. Pero esto es típico de esta nuestra ciudad y no nos puede sorprender, al estar a ello acostumbrados.

Cuevillas, como ya comentamos al principio, nace en Ourense el 14 de noviembre de 1886. Hijo único y póstumo de Florentino López Barbán, tuvo que ser cuidado por su madre viuda. Estudió bachillerato en el Instituto de Ourense y al mismo tiempo aprendió a tocar el violín. Pasó luego a estudiar Farmacia en Compostela, terminando los estudios en 1906. Casi nunca ejerció el oficio de farmacéutico. De vuelta a Ourense asiste a las reuniones de la Comisión Provincial de Monumentos, coordinada por Marcelo Macías. Comienza a interesarse por la historia contemporánea. En 1911 se va para Madrid a estudiar Historia y Literatura Castellana, donde convive, entre otros, con Otero Pedrayo y asiste a las tertulias del Ateneo, al teatro y a las óperas. Pero regresa pronto para su ciudad natal. Entró como funcionario de la Hacienda ourensana, donde, excepto una pequeña estancia en Salamanca, ciudad en la que se casó con Milagros Rodríguez, trabajó hasta que se jubiló.

Estuvo vinculado al grupo teosófico "Roso de Luna", junto con Risco. Con el que, en 1917, creó la revista neosófica La Centuria. En este tiempo recibe una grande influencia de su tío Julio Alonso Cuevillas. En el mismo año de 1917, por Lousada Diéguez, fue animado a implicarse en el galleguismo, con Risco y Otero. En 1920 abandona la historia contemporánea para dedicarse hasta el final a la arqueología y la investigación, sobre la genuína y diferenciada cultura de Galicia.

El denominado cenáculo ourensano supo repartir muy bien sus papeles de investigadores de la cultura autóctona gallega. Otero se dedicó a estudiar la tierra y la geografía, Risco los seres humanos y Cuevillas los orígenes más remotos de Nuestra Tierra. Por eso, luego en el Seminario de Estudos Galegos (SEG) Cuevillas dirigió el apartado de Prehistoria, Otero el de Geografía y Risco el de Folklore.

Igual que lo que le pasó a los otros galleguistas, después de la guerra, que Castelao, acertadamente, llamó "incivil", Cuevillas tuvo que retirarse un tiempo y purgar un expediente de responsabilidades políticas. A partir de 1939 continua con las investigaciones y excavaciones "castrexas". En 1941 ingresa en la Academia y en 1944 en el Instituto "Padre Sarmiento" de Estudios Gallegos. Ya antes, en 1927, con Bouza Brey, había estudiado los yacimientos arqueológicos de Sobroso y Briteiros en Portugal. Escribió infinidad de artículos científicos y literarios en múltiples lugares, revistas y periódicos. De espíritu gentil y metódico, ferviente cristiano, murió en la casa familiar de la calle de Santo Domingo, al lado de la "Praza do Ferro", el día 30 de julio de 1958. No hace mucho que falleció su hija, Elvira Cuevillas, que nos honró en su vida con su amistad.

Además de los libros citados a lo largo del presente artículo, es recomendable la lectura de otros de su autoría como La civilización céltica en Galicia (1953), A idade do ferro na Galiza (1968), Os Oestrimnios, os Saefes e a Ofiolatría en Galiza (1929), Parroquia de Velle (1936), Terra de Melide (1933) y Vila de Calvos de Randín (1930), escritos estos cuatro últimos en colaboración, respectivamente, con Bouza Brey, Vicente Fernández y Joaquín Lourenzo. Escribió cientos de artículos, todos muy interesantes, y algunos ya fueron citados, en la revista "Nós", Galicia Emigrante, Cuadernos de Estudios Gallegos y Boletín del Museo Provincial. La mayoría de ellos sobre la Prehistoria, la Edad del Hierro y el Bronce y la Cultura Celta en el Noroeste Peninsular. Merece la pena leer las biografías sobre su vida y obra que escribió Otero Pedrayo y publicó Galaxia en 1980 y la publicada por la misma editorial en 1957, con motivo de los 70 años de su nacimiento, escrita por varios autores, y titulada Homaxe a Florentino L. A. Cuevillas.

Sobre nuestra ciudad Cuevillas escribió lo siguiente: "Sabemos, pues, de un modo cierto, que las Burgas eran conocidas y estimadas por sus virtudes curativas en la época romana, y teniendo en cuenta la indudable filiación indígena que el culto de los manantiales de agua ostenta en Nuestra Tierra, es de creer que fueron ya estimadas y conocidas antes que la Gallaecia sucumbiera al Medulio" (Revista Nós, año 1934). Y también: "La avenida del Generalísimo, antes de llegar a su actual estado, pasó por una larga serie de metamorfosis. Fue primero vía romana, después camino real, más tarde carretera, y en seguida calle, bautizada con el nombre, muy del novecientos, de calle del Progreso" (en el diario local).

(*) Educador social y animador cultural.

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