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Pancho Lepina

Intento escribir un texto luctuoso de Pancho Lepina pero no encuentro palabras y mucho menos las justas frases laudatorias. Me refugio plagiando al poeta Antonio Gamoneda en su poemario de senectud "Canción Errónea". Querido Pancho: "No vas a recibir esta carta que no es una carta. Es /un pliego de ausencia. / Tú / no estás en tí, no fermentas / ni descansas envuelto / en sábanas ni sombras. / Te recuerdo, sin embargo, / lleno de paz. / Ahora, extrañamente, / no estás, pero gritas / en mi espacio arterial. / No lo entiendo".

Es difícil entender la impensada ausencia cuando se ha vivido una unión con fuertes lazos familiares y de amistad.

Hace muy pocos días el psiquiatra José Miguel Gaona decía, en una conferencia en el Club FARO DE VIGO, que no podía saber si hay más allá y tampoco se lo imaginaba como un espacio paradisíaco, pero de lo que sí estaba seguro era de que sí dejamos una huella de nuestro paso" y quizás haya una impronta que se puede recuperar.

Son muchas las huellas con capacidad de recuperación que nos ha dejado Pancho Lepina. Siguiendo la tradición, desde aquellos tiempos difíciles de postguerra en los que grandes decoradores como su padre Abel Lepina o Luis Feduchi, enseñaron a muchas familias a vivir en sus casas con dignidad y confort. Pancho tenía la habilidad de saber marcar, con sello propio, un nuevo y fresco concepto de contemporaneidad en la distribución del espacio, en la ordenación de los colores o en la elección de la pieza singular que pudiese dar la personalidad apropiada a cada lugar.

En la década de los ochenta, una de sus grandes experiencias en el campo del arte fue inaugurar la Galería de Arte Abel Lepina. En aquel espacio expusieron grandes maestros del arte contemporáneo: Laxeiro, Lucio Muñoz, Leopoldo Nóvoa... Prácticamente todos los artistas de Atlántica expusieron en aquel espacio de rápido y creciente crédito: M. Moldes, Huete, M. Lamas, Goyanos... Pancho dio apertura también a jóvenes emergentes postatlánticos: Berta Cáccamo, Din Matamoro, M. Paz...

Pancho Lepina tenía especial sabiduría para aconsejar la compra de obras de arte que con el paso del tiempo permanecen con la frescura original. En cada casa por él decorada se pueden encontrar no pocas que se reafirman en la intemporalidad; grandes o pequeñas piezas que son algo más que objetos decorativos... Todo obedece a un sabio juego en cuya resolución conseguía mantener viva una sugestiva y alegre vibración artística.

Hace bastantes años visitando un primitivo cementerio leí un texto que hacía referencia a la escala vivencial de la etnia de los masais. Este pueblo africano clasifica a su gente en tres grandes grupos: los vivos, los muertos-vivos y los muertos. Dentro de los muertos-vivos incluyen a todos aquellos desaparecidos que permanecen activos en el recuerdo. Según los masais, mientras alguien use alguno de los objetos usados por los que ya se han ido, mientras se siga pronunciando su nombre o, simplemente, se les recuerde, estos seres no están muertos del todo. Son los muertos-vivos.

Aquel lejano recuerdo me situó en la nueva realidad. Pancho Lepina, durante mucho tiempo seguirá vivo entre todos nosotros? ¡Muy vivo!

*Médico y crítico de arte

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