Dos rasgos definitorios del debate público en España son la falta de perspectiva y el movimiento pendular. Lo primero conlleva que los problemas, retos o dificultades que afrontamos se perciban como excepcionales de forma recurrente, lo que nos lleva a desenfoques. Es como si de verdad España fuese diferente a los demás. Craso error: la mayor parte de las veces transitamos por el mismo camino que otros, a veces muchos, han recorrido o afrontan en paralelo. Obviamente, evitarlo pasa por mirar hacia fuera, por analizar nuestro entorno y aprovecharse de los éxitos y fracasos de quienes nos han precedido o se hallan en situación similar a la nuestra.
Solo desde la falta de rigor y perspectiva se entiende que se diga, por ejemplo, que los empleados públicos son muchos y muy caros en perspectiva internacional, como he oído a algún representante de los empresarios españoles. O que la corrupción en España es un problema generalizado y sin par. O que en España existe una diversidad impositiva extraordinaria entre sus autonomías. Todo aquel que quiere participar activamente en el debate público debería estudiar o contar con asesores que le ayuden. Y los medios de comunicación deberían ser más duros con los disparates que se dicen.
En segundo lugar, tenemos tendencia pendular. Pasamos de ser los mejores a flagelarnos a inusitada velocidad. La verdad es que en la mayoría de las cosas estamos cerca de la media o de la posición que nos tocaría teniendo en cuenta nuestro nivel de desarrollo socioeconómico, nuestra historia política o la tradición cultural a la que pertenecemos. Y que, en general, no se producen cataclismos en esa posición relativa que justifiquen el péndulo y motiven el desencanto y el desánimo.
En todo caso, el mayor rigor y la menor volatilidad en la autoevaluación suelen ir de la mano. Apliquémonos en lo primero e iremos solucionando lo segundo.
*Director de GEN (Universidade de Vigo)
@SantiagoLagoP
