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La cafetería más chic de la ciudad

La cafetería ubicada en los bajos de "Las Torres", que acabó dando nombre a todo el edificio por su enorme popularidad, estuvo a punto de no abrir sus puertas nunca.

Probablemente solo los socios más veteranos del Casino Mercantil e Industrial con buena memoria recordarán hoy en día que esta entidad barajó su adquisición para anexionarla con su nueva sede de la calle Andrés Muruais, donde ahora se ubica el edificio del Catastro de Hacienda. Eso ocurrió poco antes de su inauguración.

El Mercantil se interesó por la compra del local y Antonio Osorio se descolgó con una petición un tanto desorbitada: tasó su precio en diez millones de pesetas. De aquella era dinero.

Emilio Vázquez González, el presidente que acababa de llevar a buen puerto el anhelado proyecto de dotar a la sociedad de una instalación propia, no dijo que no, pese a considerar su precio muy elevado. Consultó en asamblea la viabilidad de aquella adquisición mediante una contraoferta a la baja. Pero al final no hubo acuerdo.

Don Teodoro Castro Cores, cura párroco de San Bartolomé, llevo a cabo la bendición de "Las Torres" a las cinco y media de la tarde del 25 de marzo de 1964, en plena Semana Santa. Era Miércoles Santo y la cafetería abrió sus puertas al público al día siguiente, Jueves Santo.

En contra de lo que pudiera imaginarse, el acto tuvo carácter restringido por deseo de su propietario. No tiró la casa por la ventana, ni invitó a las fuerzas vivas locales. Tan solo asistieron al acto los representantes de la prensa y radio para conocer sus instalaciones de primera mano con todo el personal en estado de revista, perfectamente uniformados y atildados, cada uno en su sitio.

Las alabanzas fueron unánimes: acababa de nacer la cafetería más chic de la ciudad. Osorio Rodríguez no escatimó en gastos para ofrecer el mejor servicio a su distinguida clientela.

Jesús López Iglesias, hasta entonces barman del Gran Hotel de La Toja, y Francisco Martínez Fernández, el inefable Paquito el del Savoy, que abandonó el bar que lo hizo famoso, estuvieron al mando de un eficiente plantel convenientemente adiestrado: las chicas para atender la barra y los camareros para servir las mesas. Porque efectivamente "Las Torres" inició su actividad con solo chicas detrás de su larga barra. Toda una novedad en la hostelería pontevedresa.

"Las Torres" se caracterizó estéticamente por sus grandes ventanales en dos ambientes perfectamente estructurados, planta baja y entresuelo, equipados con un mobiliario cómodo, elegante y moderno a un tiempo.

La parte alta disponía de un salón de televisión y amplias butacas para compartir el té y la tertulia de modo confortable.

Antonio Osorio anunció entonces su intención de ubicar en el bajo de la cafetería un "Whisky Club", formato antecesor de los pub que tanto proliferaron después, para llenar un vacío en la ciudad. Pero el proyecto se quedó al final a medio camino.

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