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Elixir de amor o la ópera más divertida

Los cineastas saben que, si la obra que han dirigido es una comedia, descienden notablemente sus posibilidades de Óscar. A la ópera le ocurre lo mismo que al cine: cuando se habla de ópera cómica, de ópera buffa, parece que estuviésemos ante un género menor. Como si alrededor de la risa y del humor, no pudiese construirse una obra musical de alto nivel. Seguramente, si necesitáramos un ejemplo para desmontar esa afirmación, "El elixir de amor", de Gaetano Donizetti, sería uno de los apropiados.

Siempre que alguien me dice que encuentra aburrida la ópera, recurro al argumento de esta obra. En pocas palabras. Un campesino está enamorado de una señorita, hermosa y culta, que no le hace caso y que tiene diversos pretendientes. Llega al pueblo un charlatán que vende una pócima milagrosa para provocar el amor inmediato. El campesino la compra y se la toma. Entre tanto llega al pueblo la noticia de que el campesino es el beneficiario de una millonaria herencia, y lo sabe todo el pueblo menos él. Cuando se ha tomado el elixir, nota que todas las chicas del pueblo van detrás de él y, claro, lo atribuye a la pócima milagrosa. Finalmente triunfa el amor, como no podía ser de otro modo. Una SITCOM al uso actual. Una comedia de situación, amable y cercana, como tantas producciones de Hollywood que se estrenan cada año. Pero esta vez, la diferencia es la música.

La obra es la crónica de un éxito inesperado. El empresario Lanari, del Teatro della Cannobiana de Milán, se encontraba en un apuro porque no le habían hecho entrega de una ópera comprometida. Recurre a Donizetti y este, a su vez, al libretista de moda llamado a ocupar el trono que había dejado vacante Lorenzo Da Ponte: Felice Romani, libretista de todas las óperas de un Bellini triunfante hasta ese momento. Deciden adaptar un libreto de Scribe, "Le philtre", que había servido para una ópera estrenada un año atrás. Y, en solo quince días, componen una de las obras maestras de la ópera cómica: "L'elisir d'amore". Su estreno en el mencionado teatro, se produce el 12 de mayo de 1832, con un éxito arrollador. Las crónicas de la época mencionan, como un hecho sin precedentes, que "se mantuvo más de treinta días consecutivos en cartel". Al año siguiente ya se estrena en Barcelona y en los siguientes recorre el mundo desde Nueva York a toda Latinoamérica y Europa. Hasta el día de hoy, ha mantenido intacta su complicidad con los aficionados de todos los niveles y lugares.

Donizetti, al que se acusaba de estar más interesado en la cantidad que en la calidad -de hecho, compuso más de 70 óperas en alrededor de 13 años-, y de no rematar correctamente sus obras, construye, en esta ocasión una pieza maestra donde los personajes exhiben una definición inusual y desaparece la famosa irregularidad donizettiena, sustituída por una magistral redondez que solo volveremos a encontrar en el Don Pasquale. Una ópera para todos los públicos: para los iniciados y para los que se acercan al género por primera vez.

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