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Vuelta a las Azores

El expremier británico Tony Blair entona el mea culpa por la guerra del Golfo, por la participación de su país y las circunstancias que la rodearon. Lo de siempre: causas y consecuencias. ¿Hará lo mismo el expresidente español José María Aznar? Habría que preguntárselo a él. O esperar acontecimientos. En todo caso el paralelismo es débil.

Blair lamenta las mentiras oficiales sobre las armas de destrucción masiva -ojo, dice que lo engañaron: no es culpable- y deplora la aparición del Estado Islámico que considera consecuencia de las ruinas de Irak, convertido en un Estado fallido tras la contienda de 2003 y, por lo tanto, terreno para todo tipo de barbaridades oportunistas.

Vayamos por partes. El concepto de armas de destrucción masiva es equívoco. Suele referirse a vectores con elementos químicos o biológicos. Por cierto Saddam Hussein gaseó a 25.000 kurdos así que tuvo esas armas. No aparecieron tras la guerra de liberación de Irak. Sospecho que quienes las detentaban cruzaron a tiempo la frontera hacia Siria. O hacia EEUU para evitar que se supiese el origen y mil detalles insoportables.

El caso es que tal definición es arbitraria. Los efectos de una GBU-28 lanzada desde un avión son sencillamente terroríficos. Que se califique a ese artefacto como de destrucción masiva o no es lo de menos. Por no hablar de las bombas termobáricas que equivalen a las termonucleares en cuanto a su poder letal.

Conviene recordar que hubo dos guerras del Golfo. España participó en la primera. ¡Enviamos a soldados de reemplazo! El presidente del Gobierno era Felipe González. España no participó en la segunda. El presidente del Gobierno era José María Aznar. Pero la propaganda política masiva -ésta sí, ya lo creo- ha convencido de lo contrario al común de la ciudadanía.Aznar es un asesino dicen muchos sin pestañear. Y ovacionan a González, príncipe de la paz. Ocurre con todo, el vicepresidente Narcís Serra que incluso anduvo navegando por el Golfo en aquel conflicto como la cantante Marta Sánchez -hay imágenes cómico-inolvidables de ambos- pasa por el escándalo de Caixa Catalunya, que presidió, sin mácula alguna mientras que sobre el vicepresidente Rodrigo Rato cae todo el peso de los medios.

En la II Guerra del Golfo decenas de países democráticos se alinearon con la intervención militar. La oposición desde Occidente solo contó con el triángulo formado por París, Berlín y Roma vista como Ciudad del Vaticano. Se aceptan hipótesis al respecto. Por favor, que se abstengan los argumentos pacifistas.

Entre entonces y ahora ha ocurrido un hecho a mi juicio trascendente: Blair se convirtió al catolicismo con todo lo que eso significa en un país donde el término romano es aún un insulto.

El arrepentimiento es un concepto con arqueologías religiosas o psicológicas. No tiene ningún sentido político. Y puesto que Blair lo hace en televisión -templo político por público- habría que entrar en mil explicaciones en cascada. Spinoza considera que "el arrepentimiento no es virtud porque no sale de la razón. El hombre que se arrepiente es doblemente miserable". Ya sabe el converso.

Una voltereta religiosa y otras muchas cosas más han ocurrido en estos años, algunas de enorme alcance. Por ejemplo, Rusia acaba de entrar con sus tanques en Siria, lanzando misiles desde buques que navegan por el Caspio y arrasando a los del Estado Islámico para sorpresa de la OTAN. Y China se prepara para intervenir. Por cierto, ¿aún alguien duda que el Estado Islámico es un títere de Arabia Saudita a su vez marioneta de Occidente?

La ofensiva actual es la contrafigura de aquel conflicto de 2003.

Sospecho que Blair dijo verdad entonces y ahora miente. Así es el arrepentimiento. Se ha cambiado de bando y eso tiene sus exigencias.

Quizá, asimismo, el expresidente americano George Bush pida perdón pero no sinceramente sino para que su hermano Jeb pueda alcanzar la Casa Blanca que en eso está.

No me imagino a Aznar apeándose de la burra.

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