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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Independentistas de Arousa

Ahora que los nacionalistas de Cataluña han emprendido el camino de la independencia, no sobrará recordar el precedente que sentó hace ochenta años la República Federal de A Illa de Arousa. Cierto es que aquel proceso soberano duró apenas unas horas; pero ya se sabe que lo bueno, si breve, resulta dos veces bueno.

Fue el 7 de octubre de 1934 -un día después de que Lluís Companys proclamase el Estado catalán- cuando un grupo de patriotas de esta isla pontevedresa decidió que había llegado la ocasión de romper lazos con el continente.

Imparcialmente inspirados por el albariño y por los padres fundadores de los Estados Unidos de América, los soberanistas de la isla eligieron un bar para hacer su solemne proclamación de independencia. Allí nombraron -como los americanos en Filadelfia- al presidente y a los ministros que formarían el primer gobierno provisional de la República.

Los historiadores no han llegado a ponerse de acuerdo sobre este punto, así que nunca sabremos si la constitución de aquel pequeño y efímero Estado obedeció a una momentánea excitación etílica o un plan de emancipación de la servidumbre impuesta a los isleños por Galicia, España y el mundo en general.

El caso es que la autoridad entonces competente se tomó el asunto lo bastante en serio como para enviar un buque -o dos, o incluso tres, según las distintas versiones- para poner fin a la revuelta. No falta quien le quite romanticismo al asunto, sugiriendo que el desembarco de guardias de asalto obedeció más bien a la huelga general de los trabajadores de la isla en solidaridad con los mineros de Asturias; pero tampoco es cosa de entrar en detalles pasado ya tanto tiempo.

Cualquiera que fuese la razón, el Gobierno de la República (española) detuvo a los independentistas que entre bromas y veras habían dado rango de Estado a la isla de Arousa. Hay quien sostiene que salieron absueltos de un Consejo de Guerra y quien opina que, simplemente, fueron puestos en libertad unos días después.

Infelizmente, la historia tendría un final trágico pasados dos años, cuando el presidente y varios ministros de aquella alegre e informal República fueron fusilados en el comienzo de la guerra civil por los golpistas del general Franco. No por independentistas, claro está; sino por rojos.

Por esos azares que tiene la historia, las aspiraciones de los isleños encontrarían satisfacción medio siglo después, cuando una Xunta presidida por Manuel Fraga les concedió el derecho a independizarse del municipio de Vilanova del que hasta entonces dependían. Curiosamente, el nuevo municipio soberano nació pocos años más tarde de que la construcción de un puente -en 1985- hiciera perder su independencia geográfica a la isla.

Al cabo de ocho décadas, aquellos pujos pioneros por la independencia en tierras y aguas de Arousa vuelven a estar de inesperada actualidad con el proceso de soberanía que estos días se abre, a mayor escala, en Cataluña.

Probablemente Artur Mas y su socio Junqueras desconozcan el caso isleño y, en consecuencia, no hayan aprendido gran cosa de sus enseñanzas. De lo contrario, ya sabrían que el primer requisito para la independencia es acordarla en una taberna, siguiendo el ejemplo de los padres fundadores de Estados Unidos y de la República Federal de la isla de Arousa. Con lo aburrido que es un Parlamento para estos asuntos.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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