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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El panorama

Pues la verdad es que, visto con un océano por medio -lo que compensa con la perspectiva el defecto de la distancia-, el panorama que tiene por delante este país -el todo y sus partes- no parece alentador. No se trata de la predicción de un pesimista sino más bien, y a poco que se medite, de la reflexión sobre datos medibles realizada desde un cálculo realista de posibilidades.

En todo caso, y como se habla de la política y sus efectos, los márgenes de error en el pronóstico son amplios. Aunque otro diferente dependerá de la cordura no sólo de la gente corriente sino también y sobre todo de las decisiones que muchas veces por cuenta propia tomen sus representantes electos. Y de ambas, sobre todo la segunda, no andan precisamente sobrados unas y otros.

Un ejemplo que sustenta el argumento es lo ocurrido este mes en Galicia y que ratifica que hay quien persiste en buscar la cuadratura del círculo, que consiste en presentar como blanco lo que es negro, o viceversa. O en Cataluña cuando se llama "democrático" a lo que una minoría, aunque abundante, hace contra la legalidad que respalda la mayoría, por muy diversa y aún escasa que sea.

El panorama, conste, no mejora cuando se mira hacia el resto del escenario. En el terreno de la Justicia, casos tan recientes -entre ellos el de la traslación de magistradas en el asunto de los ERE andaluces o la sentencia de los pagos de NCG- dejan muchas más dudas que certezas. Y eso, que se refiere a la igualdad ante la Ley -base de la convivencia- provoca alarma especial.

El campo de la política electoral tampoco aporta motivos para el sosiego. La pérdida de valores resulta general, y aunque es cierto que no afecta a todas las opciones del mismo modo, cambió las cosas; cuando el profesor Enrique Tierno dijo que las promesas en campaña eran palabras vanas, hubo un escándalo: hoy nadie discute la mayor. Ni las adyacentes.

El feo panorama podría completarse, sin agotar el catálogo, con otros ejemplos frecuentes en los que las posturas ideológicas han abandonado su coherencia en aras de la consecución de unos cuantos escaños y, con ellos, la obtención del poder. Sin que importe el precio: no se regatea, ni aunque signifique la renuncia a conceptos que constituían la esencia de las ofertas.

Es por eso, quizá, que muchos consideran, más allá de la propaganda seudopatriótica, -"las Españas", un término que usan como otros "las Américas", para conjugar lo que une- un especimen extraño y poco deseable. Algo muy perjudicial: lo sabe sobre todo la diáspora gallega, a la que aquí algunos dicen representar. Pero en falso.

¿O no...?

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