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Joaquín Rábago.

Balance de legislatura

Escribía el otro día el británico Timothy Garton Ash a propósito de las elecciones polacas: "La orbanización (por el jefe del Gobierno húngaro, Viktor Orbán) consiste en que el partido dominante abuse de su poder para erosionar las bases de la democracia constitucional liberal".

"Por ejemplo, añadía el articulista, cuando da un poder desmesurado al Ejecutivo, designa intereses empresariales, hace un mal uso de los servicios de seguridad y debilita la independencia de los tribunales (?) y los medios de comunicación."

Por un momento, al leer esas líneas, yo me pregunté si no estaría hablando también de España, por más que el autor lo excluyese expresamente en un párrafo anterior a los citados.

No importa. Los cuatro años de legislatura del Partido Popular deberían hacernos reflexionar sobre la conveniencia de volver a dar a un partido, el que sea, un poder casi absoluto con el que pueda hacer y deshacer a su antojo sin contar para nada con la oposición.

"O yo o el caos", ha venido a decir el presidente del PP y del Gobierno, Mariano Rajoy. Es la actitud de todos los políticos que, como el que nos gobierna, tienen la peligrosa tendencia de considerarse indispensables.

Un político, además, y un partido que parecen vivir en una realidad paralela a la nuestra, a juzgar por el triunfalista balance que todos sus dirigentes hacen de su gestión de Gobierno.

A juzgar por Rajoy, tras el desastre de la etapa socialista, "España ha podido superar la peor crisis sin que nadie se haya quedado al borde del camino".

De ahí que quiera hacer ahora todo lo que esté en su poder para "seguir gobernando". No hacerlo "sería triste y duro porque supondría haber perdido todo el tiempo y daría marcha atrás a lo hecho en estos cuatro año".

Además, como presidente, según dijo en una de esas ocasiones en las que no nos ha hablado a los ciudadanos través de una pantalla de plasma, él estará siempre "dispuesto a escuchar las propuestas", como nos consta que lo ha estado a lo largo de toda la legislatura. ¿Es cinismo?, habría que preguntarse. O estulticia.

Como cuando afirmó en la misma conferencia de prensa de balance que los debates son "su medio natural", y que él está dispuesto a debatir con quien sea siempre y cuando se lo diga su director de campaña porque "las cosas hay que ordenarlas".

Escuchándole sacar pecho una y otra vez con ese tres por ciento de crecimiento, más que cualquier país de la UE y solo superado entre los de la OCDE por Estados Unidos, uno no podía menos de pensar en la fábula de La Fontaine sobre "la rana y el rey". Esa rana que al ver al buey quiso hincharse e hincharse hasta que al final reventó.

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