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Ceferino de Blas.

Gratitudes pendientes

La estatua más fotografiada de Vigo es la del vendedor de prensa Castro, de la calle del Príncipe. Ocurre en Oviedo con la de Woody Allen, siempre acompañada de visitantes y turistas con cámaras y móviles listos para perpetuarse. Lo que lleva a la conclusión de que la gente prefiere la proximidad a la monumentalidad. Sentirse a la altura del personaje que ha merecido el reconocimiento de convertirse en estatua debe gratificar a mucha gente.

Lo que nunca sabrán los que toman las fotos es que la escultura de Castro, por la barbarie de unos imbéciles, está mutilada. Le falta el trozo definitorio: el periódico que hacía girar sobre su dedo índice sin que se le desparramasen las páginas.

La estatua de Castro, que es un reconocimiento al trabajo del vendedor de prensa, simboliza también una de las facetas de esta ciudad, que es la sede del decano de la prensa española, y donde el periodismo ha arraigado desde el siglo XIX. Ha habido profesionales que han invertido esfuerzos, inteligencia y hasta sus recursos para garantizar la pluralidad informativa. En bastantes casos sin el debido reconocimiento.

Por ejemplo, los primos Jaime Solá Mestre y Luis A. Mestre Hernández. Entre ambos trajeron al mundo en Vigo seis periódicos, que informaron a los vigueses, los ilustraron y coadyuvaron al desarrollo social y cultural de la ciudad.

Luis A. Mestre, aunque nacido en La Habana, se instaló a los cinco años en Vigo, donde residirá hasta su muerte, en 1921. Cuando tenía 23 años, en 1872, fundó con Antonio Barcelar, cuñado de Vesteiro Torres, el semanario "La Caridad", que se llamaba así porque sus ingresos estaban destinados a una obra benéfica. Como nunca fue rentable, lo sustituyó por otro con el nombre de "El Desengaño". Una década después, Mestre fundó el periódico "Pero Grullo", que fue el primero en Galicia que introdujo caricaturas, en la época en la que triunfaban las revistas satíricas a color. Finalmente, sacó "La víbora", cuyo contenido se delata por el título.

Implicado a fondo con la mejora de Vigo, será el primer presidente de la Asociación General de Cultura, y desempeñará durante muchos años el cargo de cónsul de Guatemala.

Excelente poeta, por lo que mereció diversos premios, tuvo la desgracia de perder la mayoría de su producción literaria en el incendio de su casa, dos años antes de su muerte.

Vigo lo ignoró, aunque reconocieron sus méritos en O Grove, con una calle que lleva su nombre, por la vinculación al balneario de A Toxa, en el que tuvo participación societaria.

Lo mismo ocurre con su primo, Jaime Solá, vigués entusiasta y fervoroso, desde el nacimiento hasta la muerte. Lo recordaba la necrológica del FARO, en enero de 1940. Muere sin "que haya recibido el homenaje admirativo a que se hizo acreedor".

Solá fundó y dirigió el diario "Noticiero de Vigo" y la revista más prestigiada de Galicia, y de las mejores de España, "Vida Gallega".

Igual que su pariente, el único reconocimiento le viene de O Grove, donde también tiene una calle, por su relación con el balneario de A Toxa.

Como decía su necrológica: "¡Muere pobre Jaime Solá, a pesar de su vida de trabajador incansable y de su desahogada posición económica que disfrutó desde la niñez!"

Con una obra literaria de calidad y vastísima, y con las credenciales de haber contribuido como pocos al auge cultural y social de Vigo, ¿cómo es posible que hasta ahora no mereciese el reconocimiento de su pueblo tan generoso a la hora de rendir honores?

Hay quien lo atribuye a su antinacionalismo militante, pero cuando se ha cumplido el pasado mes de enero el 75 aniversario de su muerte, es hora de centrarse en los merecimientos. Pocos vigueses le igualan en valía de cuantos han sido reconocidos por la ciudad en todo este tiempo. Es hora de rescatar su figura de periodista, editor, gran fotógrafo, novelista y animador cultural de la ciudad.

Se trata de uno de los personajes que, entre otras contribuciones, más ha hecho para que Vigo sea la ciudad de la prensa, como indica a los que transitan por la calle del Príncipe la estatua del vendedor de periódicos, Manuel Castro.

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