La principal sensación que me provocan los presupuestos de la Xunta de Galicia para 2016 es de alivio. Alivio porque, al fin, parece que hemos acabado de caer por el precipicio. Volvemos al mundo que conocíamos antes de la crisis. El de las cifras en negro. El gasto aumenta sustancialmente. De hecho más de lo que invitaba a pensar inicialmente el techo aprobado por el gobierno central. Este incremento permite recuperar parte del terreno perdido durante los años de recortes. Proceso al que también contribuye la caída en la partida de intereses de la deuda que puede dedicarse a otros objetivos. A partir de aquí toca discutir sobre las preferencias que gobiernan la asignación de ese gasto. Solo como ejemplo, personalmente le veo escaso interés a la medida de los 100 euros como incentivo a la natalidad. Y para que contribuyese a la equidad entre familias con y sin hijos debería establecerse sin límite de renta.

¿Por qué la Xunta puede permitirse esta expansión presupuestaria? Por tres motivos principales. El primero son los ingresos extraordinarios derivados de lo que ocurrió en 2014. Entonces el gobierno central adelantó menos dinero del que le tocaba realmente a las CC.AA. Justo lo contrario de lo que pasó en 2008 y 2009. El segundo es que el recorte en el déficit en Galicia a acometer en 2016 es relativamente modesto, porque en 2015 se va a cerrar cumpliendo el objetivo y porque el crecimiento nominal del PIB ayuda a reducir todos los objetivos expresados en términos de PIB. Por tanto, esos recursos adicionales pueden dedicarse en mayor medida a aumentar el gasto. Y el tercero, por criterios contables que, según argumenta la Xunta, hacen que el techo de gasto que fija el gobierno central no sea una restricción real. Además, el coste de la rebaja en el impuesto sobre sucesiones y donaciones se sitúan por debajo de los 40 millones y la rebaja en el IRPF no lo notarán las arcas autonómicas hasta 2018, cuando se liquide el ejercicio 2016: este incomprensible retraso en la incorporación de los cambios tributarios en el tramo autonómico del IRPF debería ser resuelto en la próxima reforma de la financiación autonómica.

En definitiva, al fin un poco de aire para la economía gallega, sus servicios públicos y la demanda interna.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP