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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Anecdotario librero: Saturnino Calleja

El semanario infantil Pinocho, en su número 19 (año I), de fecha 28 de junio de 1925, publicaba la historieta, que aquí reproducimos, dentro del apartado de "Colaboración infantil". Su autora era una niña ourensana, Eduvigis Sánchez Moreno, en ese momento residente en Santiago de Compostela. La historieta, cuyo valor para uno es de carácter estrictamente sentimental, pues pasados los años la infantil dibujante sería mi querida madre, me da pie para el suelto de hoy. Aunque estos dibujos de la historieta no tienen gran calidad, se ha de considerar su corta edad y quiero dejar constancia de que llegaría a desarrollar gran facilidad para el dibujo. Asimismo, su chiste me da oportunidad de escribir este artículo con el que colaboro, aunque de forma humilde, a la celebración del centenario de la muerte de Saturnino Calleja Fernández (Burgos, 1853 - Madrid, 1915), editor, pedagogo, escritor y fundador de "Editorial Saturnino Calleja, S.A.", que en su tiempo llegó a ser la editorial más popular de España, Hispanoamérica y Filipinas. Entre sus publicaciones figuró Pinocho, si bien surgió después el fallecimiento del fundador, gracias de la iniciativa de su hijo y continuador Rafael Calleja Gutiérrez. La revista infantil, cuya frecuencia era semanal, se publicó desde el 22 de febrero de 1925 hasta el 27 de diciembre de 1931, contabilizando un total de 358 números. El precio inicial fue de 30 céntimos de peseta cada ejemplar y la suscripción anual costaba 15 pesetas.

Fue su director el ilustrador e historietista Salvador Bartolozzi Rubio (Madrid, 1882 - Ciudad de México, 1950). De él fue la idea de recrear las aventuras del personaje imaginado por el italiano Carlo Collodi (Florencia 1826 -1890) con el nombre de Pinocchio, traducido españolizado y registrado a nombre de Calleja como Pinocho e incorporando un nuevo personaje, Chapete, un terrible enemigo más disparatado y travieso que Pinocho, al que le correspondió la parte seria de la pareja. El Pinocho de Bartolozzi superó en su popularidad al original hasta el punto que se convirtió en el personaje infantil más característico de la España de los años 20.

El semanario contenía historietas, secciones didácticas, capítulos de obras de autores como Emilio Salgari, colaboraciones infantiles, concursos y pasatiempos. Entre los colaboradores destacaron autores españoles: Galindo, José Robledano, Antonio Robles, José López Rubio, Enrique Castillo Canedo, Emilio Ferraz Revenga, Juan de las Viñas, José López Rubio, Magda Donato, Edgar Neville y José Zamora. Contó también con ilustradores y humoristas importantes de la época, como Tono, K-Hito, Pellicer, Echea, Zaldivar, Gaya, Penágos, y el propio Bartolocci. La importancia de estos autores e ilustradores del semanario acreditan la calidad del tebeo. Además el semanario incorporó a sus contenidos, por primera vez en España, el comic sajón con historietas de Pat Sullivan, Willard, Knerr, Fisher, Opper, Nugent, Dirks y Johngon. Entre sus comics estadounidenses pueden citarse Barney Goolgle, Félix el gato, Happy Hooligan y otros. A partir del número 18 añadió la sección Pinocho Deportista, cuya difusión e importancia fue grande, con la adhesión de innumerables jugadores, sueltos o en equipos completos, sobre todo de fútbol pero también de tenis y béisbol, llegándose a formar hasta 50 equipos de España, Argentina, Méjico y Cuba, que organizaron campeonatos diversos. Entre los equipos pinochistas de fútbol, se relaciona uno de Ourense -por razones de edad ya no vivirá ninguno de sus integrantes mas ¿no tendrá datos o fotos algún hijo o curioso documentalista? -. Una adhesión tan elevada de niños pone de relieve la importancia de Pinocho en la difusión del deporte infantil, si consideramos que no se profesionalizó el fútbol en España hasta 1927 y que la primera Liga Española se jugó en 1928. La revista fue muy popular entre los niños de España e Hispanoamérica, hasta el punto de que posteriormente otras editoriales lanzaron otros tebeos con el mismo título -Bruguera en 1944, Cliper en 1957 y Maisal en 1979-. A aquellos que quieran saber más y completar estos datos les remito al libro del nieto de don Saturnino, Enrique Fernández de Córdoba y Calleja: Saturnino Calleja y su editorial: Los cuentos de Calleja y muchos más (Ed. de la Torre, 2006).

Saturnino Calleja, aunque nació en la capital de Burgos, fue criado en Quintanadueñas, de donde era originaria su estirpe familiar. Su padre había adquirido un negocio de librería y encuadernación en Madrid en 1876, que Saturnino le compró en 1879, transformándolo en la Editorial Calleja, la primera que en España desarrolló un ambicioso proyecto de popularización del libro para lograr la instrucción del pueblo y la difusión de la cultura. Imbuido de su propio papel y de que el libro era el mejor agente de la difusión de las ideas, atrajo y cuidó mucho las relaciones con los mejores autores e ilustradores, al tiempo que tradujo las obras de multitud de escritores extranjeros. Valga como ejemplo de su relevancia los 3,4 millones de volúmenes de 875 títulos, publicados por su editorial en 1889, un año en el que solo uno de cada cuatro niños, o una de cada cuatro niñas, sabía leer en este país. Para lograrlo se comportó como un verdadero renovador de la pedagogía. Consiguió que muchos adultos y niños no solo aprendiesen a leer y a escribir sino que también se acostumbrasen a hacerlo, al tiempo que puso los libros al alcance de todos.

Menospreciados

Los maestros españoles eran entonces menospreciados y definidos por la frase: "Pasar más hambre que un maestro de escuela". Para corregirlo Calleja se erigió en su líder. Por una parte, fundó y dirigió La Ilustración de España, cuya cabecera decía: "Periódico consagrado a la defensa de los intereses del Magisterio español", al tiempo que editó El Heraldo del Magisterio. Para conseguir sus fines paralelamente creo la "Asociación Nacional del Magisterio Español" y organizó la "Asamblea Nacional de Maestros". Por otro lado, dotó a los maestros de libros pedagógicos y libros de texto basados en las mejores y más actuales tendencias de la época y con las más atractivas ilustraciones, que sustituyeron a los viejos libros que entonces usaban y que eran malos y caros. Muchos de estos nuevos textos fueron escritos por el propio Calleja. Para que los textos llegaran a todos los repartió de forma gratuita o por costes simbólicos. El lema que le animaba era: "Todo por la ilustración del niño".

De forma paralela introdujo grandes cambios en los modos de editar, publicando grandes tiradas de libros y cuentos, ilustrados con profusión y cuidado por los mejores artistas. Para Calleja el libro había de "entrar por los ojos" y "hacerse simpático antes de conocerlo a fondo". Con estas medidas logró que fueran sugestivos y de precio bajo y como consecuencia fueran adquiridos y leídos por adultos y niños de varias generaciones. La "Editorial Calleja" llegó a publicar 3.000 títulos de libros de texto, tratados de pedagogía, obras clásicas, diccionarios, atlas, láminas pedagógicas, libros profesionales, etc.

Muy conocidos y difundidos fueron sus cuentos infantiles, de pequeñas dimensiones (desde 5x7 cm a 7x9,5 cm),muy baratos (5 y 10 céntimos de peseta), de letra pequeña y con algunas ilustraciones en blanco y negro. Por su pequeño tamaño los niños los coleccionaban como cromos, los conservaban con facilidad y los transportaban en sus propios bolsillos. En su contenido Calleja impuso sus orientaciones que los hicieron inconfundibles: lenguaje muy castizo, elementos folclóricos hispánicos, ironía, anacronismos y actitudes disparatadas en el tiempo y siempre carácter instructivo y ejemplarizante. Unos fueron escritos por el propio Calleja, la mayoría por escritores anónimos asalariados -algunos importantes como el mismo Juan Ramón Jiménez o Jesús Sánchez Tena- y otros muchos eran traducciones de cuentos extranjeros famosos que, sin citar a los verdaderos autores ni traductores, eran adaptados y españolizados en los tipos, ambientes y todos los detalles. Puede servirnos de ejemplo Hansel y Gretel, original de los hermanos Grimm, que en los cuento de Calleja aparece como Juanito y Margarita. O bien El soldadito de plomo, que en la versión de Calleja no salió del cuarto de los juguetes por su amor a la bailarina, lo hizo por devoción a la Virgen del Pilar. Entre los que obran en mi poder o he leído, muy lejos de la totalidad como yo quisiese, he dado con dos relatos algunos de cuyos personajes son sin duda gallegos y cuya trama se desarrolla, según mi propia interpretación, en un pueblo de Ourense, lo que me hace pensar en que el autor era ourensano o al menos conocía nuestra provincia. El análisis de estos dos cuentos será el tema que ocupará uno de estos sueltos dominicales en Faro de Vigo.

Los cuentecitos de Calleja eran de fácil y divertida lectura. El cronista Dionisio Pérez afirmó, no sin razón, que muchos niños nunca habían leído un cuento hasta su aparición. Fueron la lectura de todos los niños de varias décadas, lo que unido a su elevado número, llevó al nacimiento del dicho popular: "Tienes más cuento que Calleja", que fue aceptado y recoge desde 2001 el Diccionario de la Real Academia Española.

De Rafael Calleja es la frase que se ha popularizado como final de muchos cuentos españoles: "?y fueron felices y comieron perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron". Tengo en mi haber un ejemplar del libro El Editor (Madrid, 1922), precisamente dedicado por él a su amigo el editor Ramón de San Nicolás Araluce, que recoge la documentada conferencia que pronunció en la Cámara Oficial del Libro de Barcelona. Su lectura les ayudará a comprender a los Calleja como editores. Es muy difícil de conseguir pero está digitalizado por diversas instituciones.

La Editorial Calleja desapareció a finales de los años 50 del siglo pasado. Don Saturnino cuenta con varias calles dedicadas en distintas localidades españolas, dos de hondo significado para él: Quintanadueñas y Madrid. De los cuentos hubo varias reediciones no muy acertadas. La ediciones originales de los cuentos de Calleja todavía pueden encontrarse a la venta en internet y siempre en el mercado londinense de Portobello -no sé el porqué y además su precio no suele ser elevado-. Por allí uno cae alguna vez, al ser dos de sus hijos, Marcos y María, profesores de la UCL y residir en Londres con su familia, entre los que están cuatro de mis nietos.

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