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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Vieira cabalga de nuevo

Bajo propuestas tan rompedoras como la pornoecología, la ecorreforma agraria, la política cuántica y un referéndum sobre la poligamia, cierto candidato aspira a la presidencia de la República de Portugal en las elecciones del próximo año. No se trata de Manuela Carmena, como acaso piensen algunos fachosos; sino del pintor, músico, poeta y profeta Manuel João Vieira. El más prometedor de los políticos lusitanos.

Es la cuarta o quinta vez que Vieira aspira, sin el menor éxito, a la más alta magistratura del país vecino. Irrumpió como un ciclón en la carrera electoral del año 2000, con un programa que entonces parecía llamado a revolucionar los cimientos de la sociedad portuguesa y aun los de Occidente en su conjunto.

Mucho antes de que Pablo Iglesias prometiese a los españoles un sueldo sin contrapartida de trabajo, Vieira ya se había presentado ante sus ciudadanos con ofertas sustancialmente más atractivas. Y quizá mejor fundamentadas.

El paquete electoral del candidato incluía el regalo de un Ferrari y una bailarina rusa a cada portugués y, con cierta discriminación de género, tan solo un bailarín cubano para cada portuguesa. A esas medidas de choque agregaba aún la promesa de abolir los impuestos y suprimir las señales de tráfico, que tanto estorban a la vista y tan onerosamente gravan el presupuesto de la nación.

Por asombroso que parezca, ese generoso programa no suscitó el interés del público. Vieira no llegó a ser admitido siquiera como candidato, pese a reunir el número de firmas exigido por la legislación portuguesa. Al parecer, la puntillosa Junta Electoral rehusó aceptarlas bajo el pretexto de que todas correspondían a una misma persona que, según rumores seguramente difundidos por sus adversarios, era el propio Vieira.

Inasequible al desaliento, el frustrado candidato subió la apuesta en las siguientes elecciones. En lugar de Ferraris y bailarinas, pasó a ofrecer directamente una recompensa de 100.000 euros que sería depositada en la cuenta corriente de cada ciudadano si los votos de todos ellos dieran la presidencia a Vieira. Pero ni por esas.

Tal vez menos crédulos que sus vecinos de este lado de la raya, los portugueses ignoraron de nuevo los cantos de sirena del candidato, que no por casualidad es también cantante de un grupo de rock. El de cantante es oficio ventajoso para hacer carrera en la política, donde tanto abundan los cantamañanas; pero no le sirvió de gran cosa al incansable Vieira.

No deja de ser una lástima. A diferencia de los candidatos españoles, que no explican de dónde sacarán los cuartos para pagar todas las maravillas prometidas a sus votantes, el portugués Vieira presentó un completo plan de financiación de su programa. Para sufragarlo, el aspirante a la presidencia planeaba la venta de la ciudad de Oporto a Inglaterra y, si los fondos allegados no alcanzasen, la de todo el país a aquellos inversores que pudieran estar interesados. La idea, en apariencia extravagante, no lo es tanto una vez visto lo que después sucedió en Grecia y otros países atosigados por la deuda.

De derrota en derrota hasta la victoria final, Vieira reincide ahora en su tentativa con una sugerente promesa de referéndum a favor de la legalización de la poligamia. Quizá no tenga el mismo éxito que Iglesias o Zapatero, pero a cambio es mucho más divertido. Y además, no hay peligro de que lo elijan.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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