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Los hombres azules

En el occidente el hombre azul es, por antonomasia, el tuareg, el hombre nómada del desierto sahariano. Pero en Galicia, el hombre azul ha sido -ya no- siempre el marinero de bajura, el tripulante de una tarrafa que, por ejemplo en el puerto coruñés de Cariño, se asomaba por la mañana a sus oteros en la parroquia de A Pedra para comprobar, mediante un juego de tablillas con distintos motivos de reconocimiento estratégicamente situadas en O Peiral, para saber si ese día había o no marea; faena.

Hombres azules que, casi en formación, bajaban los caminos de carro hacia la entonces carretera de tierra y "morrillo" que les conducía directamente al puerto de Cariño, donde embarcarían para tratar de cercar un buen banco de jurel (chicharro), de sardina, de caballa (xarda) y poder ganar unas pesetas en la venta en lonja de sus capturas. La lonja haría sonar la sirena en función de las capturas: una pitada para llamar a la venta, dos pitadas para el chicharro, la parrocha o el bocarte; tres para la sardina, cuatro para el bonito... La sirena de la lonja cariñesa se escuchaba en la distancia en un tiempo en el que se carecía de teléfonos fijos (los móviles ni siquiera se intuían) y todo el pueblo de Cariño y alrededores sabía por este medio lo que daba de sí, desde el punto de vista pesquero, la jornada.

Hombres azules que por la mañana se dedicaban a las faenas del campo y, en el mediodía o a primera hora de la tarde, se enfundaban la ropa de faena, siempre azul, de mahón. Habitualmente la boina calada, con zuecas (los zapatos eran para los días de fiesta) que se anunciaban de lejos y de la mano el cestillo o "caravel" con un algo que comer en su interior y que servía posteriormente para traer la "chona" o "quiñón", una pequeña porción del pescado capturado que el armador repartía entre los tripulantes.

Este era el pequeño ejército de hombres azules que uno se encontraba por los caminos y con los que intercambiabas un afectuoso Ei!, al que correspondían con un no menos cariñoso E logo, vas? o E logo, ves?, en función de si ibas o venías.

Al cabo de 60 años, todo esto ha desaparecido. Ya no hay tablillas en O Peiral, la sirena de la lonja ha enmudecido, los marineros se desplazan en coche y el chicharro, el bocarte, la sardina, la xarda, etc., se la quedan en Bruselas, Madrid y Santiago fileteadas en papel tamaño DIN A-4 que es el oficialmente utilizado para comunicar sanciones o la finalización de la campaña por agotamiento de la cuota asignada.

Aquellos hombres azules tienen hoy más de 80 años. Y a uno de ellos, Francisco (Javier), Cariño entregó a finales de septiembre un sentido homenaje en el transcurso de un acto en el que se habló de mar y de la dependencia del último concello constituido en la provincia de A Coruña del producto del mar, tanto de la pesca como de las conservas. Es algo que quienes rigen los destinos de la pesca desde cómodos despachos, no quieren entender. Porque aunque hoy los sistemas son otros, el alma del pescador es la misma. Y con ellos, los grandes veteranos, se va la historia de los pueblos que siempre han vivido por y para la mar.

¿Te enteras, Bruselas?... ¿Lo has leído, Madrid?... ¿Enterado, Compostela? Cambio.

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