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Ceferino de Blas.

La genialidad también se aprende

La serie de semblanzas de "gallegos en la cima", que domingo a domingo publica la periodista Sandra Penelas en la contraportada de este periódico, es una demostración del talento joven de esta tierra. Y la mejor colección de cerebros que ha dado.

En el plazo de una o dos décadas es seguro que varios de ellos subirán a los ranking de los científicos más valorados en las diversas especialidades.

A diferencia de los miles de jóvenes que han tenido que marchar contra su voluntad en busca de trabajo, la estancia deseada de aquelos en centros de investigación, universidades y empresas de todo el mundo es un paso imprescindible para su éxito profesional.

Entre ellos hay intelectuales, científicos, gestores e inventores de los que se esperan hallazgos relevantes. Porque Galicia es tierra de inventores. Desde Eduardo Barreiros que popularizó el motor diésel a los que fletaron el "Lemos", primer buque congelador del mundo. O los inventores considerados menores, pero que tienen indudable repercusión.

Dicen, aunque no esté probado, que fue un ferrolano, de convalecencia en Cataluña, quien inventó el futbolín, que juegan millones de personas. Pero de lo que no hay duda es que fue el vigués Eugenio Barrientos quien descubrió el libro de bolsillo.

Lo contó Manuel Bragado en un luminoso artículo sobre la Editorial Cíes. Y lo ratificaba su hija, Mabel Barrientos, que fuera delegada de la Cruz Roja en Centroamérica, en uno de sus pasos por la ciudad, entre viaje y viaje por el mundo.

Vigo llegó a ser la tercera población de España donde más libros se editaban, tras Madrid y Barcelona. Estadística de 1949.

Este puesto en el escalafón se debía a la Editorial Cíes, que publicaba las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía y las del corazón de Corín Tellado. Eugenio Barrientos fue quien los proyectó a la fama, antes de que se consagrasen en Bruguera.

De su etapa de editor perdura el feliz hallazgo del libro de bolsillo. En un periodo en que apenas había papel, cuando las novelas populares -"El Coyote", de Mallorquí- eran de tamaño grande, al vigués se le ocurrió imprimir en formato de bolsillo. Se llama así porque aquellas novelas de Estefanía y de Corín Tellado podían guardarse en el bolsillo trasero del pantalón, por la limitada paginación y el pequeño tamaño.

Propietario de la librería Balmes, sita en la calle de Velázquez Moreno -cerca de la Casa del Libro-, Barrientos tenía una mesa camilla por la que desfilaba el tropel de escritores que había en la ciudad, desde Cunqueiro a Castroviejo y otros menores. Allí se compartieron infinidad de sueños literarios y se preleyeron muchas obras.

La genialidad es innata, pero también se aprende. Como la ley de la gravedad, aparece cuando se está debajo del árbol y cae la fruta, pero para interpretarla hay que poseer conocimientos. Los avances, los hallazgos, y también los inventos, surgen de súbito, pero tras años de estudio e investigación, de esfuerzo y trabajo en pos de un objetivo que parece inalcanzable, que de repente está allí en el ordenador, la probeta o la fórmula matemática.

Algunos hallazgos son el efecto del ingenio, la intuición y la observación, pero los más llegan por el estudio y el conocimiento, a los que se aplican los "gallegos en la cima".

Esos profesionales o posgrados que andan por las esquinas del mundo, y se asoman cada semana a estas páginas, son la punta de lanza del saber gallego. Son el mejor ejemplo. En tiempos de dificultad, pero también de frivolidad y constantes invitaciones al éxito fácil, lo mínimo que cabe es reconocerlos como modelo de inteligencia y esfuerzo. Porque están escribiendo lo mejor de la historia de este pueblo.

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