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Joaquín Rábago.

Día de la Hispanidad

"Kichi se alinea con Colau en su crítica al 12 de octubre", titulaban su información algunos periódicos al día siguiente de la Fiesta Nacional. El alcalde de Cádiz y su colega barcelonesa rechazaron que se celebre un "genocidio" y "la sumisión a un continente y sus culturas en nombre de Dios".

Me recuerdan esas declaraciones un vídeo que alguien me enseñó hace algún tiempo en el que un concejal de pueblo soltaba un largo y confuso discurso para justificar su oposición al bautizo de una avenida como la del "Descubrimiento" para terminar proponiendo en su lugar el nombre de "Avenida de Roma", que, como sabemos, no fue imperio ni colonizó a ningún pueblo.

Tras las declaraciones de Kichi y Colau, un buen amigo de izquierdas con quien coincido en muchas cosas me escribió para elogiar la "brillante" actitud de ambos políticos municipales, pero en esta ocasión me vi obligado a expresarle por escrito mi desacuerdo aunque quedamos en hablar con calma más adelante.

Si el alcalde gaditano y otros como él -el caso de Colau seguramente es diferente por el nacionalismo catalán antiespañol- no quieren suicidarse políticamente y dejar que vuelva a gobernar en sus ciudades la derecha, deberían cuando menos pensar que no están discutiendo con sus "colegas" en la barra de un bar sino que están al frente de un ayuntamiento.

Si en efecto no quieren defraudar a los ciudadanos que los eligieron únicamente para que trataran de resolver los problemas que tienen sus ciudades, tarea a la que deberían dedicar todo su tiempo, harían muy bien en dejar las polémicas históricas a historiadores o moralistas.

No hace falta leer a Tzvetan Todorov para comprender que el ansia de oro y de aventuras movió a tantos conquistadores, ver la crueldad sin límite de muchos de ellos o la intransigencia de los evangelizadores, pero hay que situar lo ocurrido -llamémoslo o no genocidio- en un determinado contexto histórico y en ningún caso con los ojos de hoy.

El exterminio de los indios continuó durante siglos y aún perdura, pero al menos en la América conquistada por los españoles hubo pese a todo un fuerte mestizaje, algo que no ocurrió, como es evidente, en las tierras de lo que hoy son los Estados Unidos, donde la eliminación de los indios de las praderas se convirtió en una épica interpretada por Hollywood en los términos más favorables al "hombre blanco".

Varios presidentes de EE UU, incluido George Washington, fueron esclavistas, pero ¿quién habla hoy de eso? Winston Churchill, el héroe del mundo libre, que ha dado nombre incluso a algún colegio público en Madrid, fue un racista inveterado que justificó las mayores atrocidades coloniales de los británicos no solo contra los pueblos de Asia o África, sino incluso contra los católicos irlandeses. Y eso en pleno siglo XX.

"No creo que se haya hecho un gran mal a los pieles rojas de América o a los negros de Australia. No admito que se haya hecho una gran maldad a esa gente por el simple hecho de que una raza más fuerte, una raza superior y más sabia, por decirlo así, haya entrado allí y tomado su lugar", declaró Churchill (¡en 1937!) ante la Comisión Real sobre Palestina.

Si hay que hablar del innegable maltrato a los indios americanos y otros pueblos indígenas, hagámoslo con calma. Pero no demos pábulo a que durante los próximos días, en las tertulias de radio o televisión, solo se hable de lo que dijeron unos alcaldes para justificar su rechazo del 12 de octubre. Porque hay mucho que criticar hoy sin necesidad de remontarnos a la conquista de América.

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