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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Una cabra llamada Pablo

Si hemos de juzgar por el espacio que le dedicaron los medios madrileños, los principales protagonistas de los actos de celebración de la Fiesta Nacional fueron la cabra de la Legión y el político catalán Albert Rivera. La cabra de la Legión desfiló por el Paseo de la Castellana con un alegre trotecillo y maravilló al público asistente que en ningún momento abandonase la formación pese a ir suelta y a su aire, lo que fue demostración de que el animal estaba muy bien enseñado.

La malicia nacional, que es extensa, interpretó que el hecho de que la cabra (en realidad un macho cabrio de un año) se llamase Pablo no fue inocente. El líder de Podemos, del mismo nombre, había propuesto hace tiempo que las mascotas dejasen de desfilar con los cuerpos armados. La iniciativa no debió de gustar en las altas esferas de la Legión y los maliciosos interpretan ahora que el bautizo del macho cabrio es una respuesta sutil de los militares a las pretensiones del dirigente del partido morado. Un dirigente que, quizás conocedor de la broma que se le preparaba, renunció a asistir a los fastos de la celebración para no contestar a preguntas comprometedoras ni impertinentes.

Pero al margen del interés por la cabra de la Legión y por el oculto significado de su nombre, el otro protagonista principal de la festividad fue el político Albert Rivera, al que en muchas encuestas dan como casi seguro partícipe en un gobierno de coalición después de las próximas elecciones generales, a falta de concretar con quién irá del brazo en el Parlamento. Si lo hace con el PP estaremos ante un gobierno liberal-conservador con caras nuevas, gente joven y un barniz de renovación. Y si lo hace con el PSOE, ante un gobierno social-liberal, también con caras nuevas, gente joven y un repintado a fondo del casco de la embarcación.

La diferencia entre una cosa y la otra será escasa, pero cundirá la impresión de que hemos dejado atrás los años de la corrupción y que el aire, a partir de ahora, será respirable. Lo que sí está descartado, y esto sí será novedad, es que, a falta de mayorías absolutas, los partidos importantes tengan que pactar con los nacionalistas vascos y los catalanes para asegurarse la gobernabilidad del Estado. Mientras eso llega, el señor Rivera se deja querer y fue el centro de todas las miradas en la recepción del Palacio de Oriente, donde algunos lo saludaron dándole tratamiento de presidente por anticipado.

La irresistible ascensión de Rivera es un éxito de la mercadotecnia política. En tiempo de tensiones soberanistas, un catalán que garantice la unidad de España y la buena marcha de los negocios es un hallazgo sensacional. Tanto que el veterano periodista e impertinente conspirador Luis María Anson apuesta incluso por un próximo gobierno entre Ciudadanos y el PSOE. En su opinión, es la fórmula favorita de las altas finanzas españolas para mantener la estabilidad del tinglado. O como él dice, los "altos intereses del capitalismo español". El PP quedaría en reparación y al señor Rajoy se le agradecerían los servicios prestados, que son muchos.

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