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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Aznar no supo elegir bien

Triste espectáculo de soberbia el del señor Aznar. A dos meses de unas elecciones generales que pueden cambiar tantas cosas se queja en público de que el hombre que escogió para sucederle al frente del PP no solo no ha sabido consolidar esa formación como el único referente de la derecha española, sino que ha puesto en riesgo la misma unidad del Estado al no afrontar el desafío catalán. La acusación es grave, sobre todo si consideramos que el aludido, Mariano Rajoy, fue investido hace cuatro años como presidente del gobierno por amplia mayoría absoluta y patroneaba la mayor parte de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos más importantes.

Una situación de predominio, a lo que parece, efímera porque desde entonces, y en gran parte por la política restrictiva que tuvo que aplicar para capear la crisis, fue perdiendo sucesivamente las cinco citas electorales precedentes y se enfrentará muy pronto a unas generales con no muy buenos pronósticos. Pero esa circunstancia no le parece al señor Aznar excusa suficiente porque su obsesión principal es que el PP no se deje comer el terreno por otra formación de centro derecha, Ciudadanos, que podría disputarle buena parte de los votos que ahora controla en régimen de exclusividad desde la desaparición de la UCD. Y no sería bueno, pensará el expresidente, que Ciudadanos se quede con los votos más centrados y relegue al actual partido del Gobierno a administrar los situados más a la derecha, es decir, aquellos que manejaba Fraga Iribarne. Con lo que volveríamos a una situación parecida a la de los primeros años de la Transición, con la derecha dividida en dos.

Todo eso, por supuesto, se podría arreglar de alguna manera con un gobierno de coalición entre las dos formaciones, pero cuando se ha manejado el poder con las manos libres compartirlo, aunque sea con afines, es una lata y un engorro macabeo. No obstante, la actitud belicosa de Aznar hacia Rajoy no viene de ahora. Desde que el político pontevedrés sufrió su segunda derrota electoral ante Zapatero, Aznar ha conspirado contra él y quiso moverle la silla varias veces moviendo sus peones dentro del partido y en los medios afines . Unas veces con discreción y otras , como ahora, a ojos vista. Sea cual fuere el motivo de esa inquina, el cambio de actitud es espectacular. Todos recordaremos que Rajoy junto con Mayor Oreja y Rodrigo Rato formó parte de la terna que el propio Aznar confeccionó para elegir a su sucesor.

La costumbre de hacer ternas y dividir por tercios era característica del régimen franquista. Y duró hasta la elección de Suárez como jefe de Gobierno. Pero la última palabra la tenía el que mandaba y ostentaba la suprema facultad de señalar con el dedo. Aznar, que era un falangista renovado, continuó con el ritual y escribió en su cuaderno azul (¿de que otro color iba a ser?) los nombres de sus posibles sucesores. Luego, decidió escoger a Mariano Rajoy tras habérselo ofrecido por dos veces a Rato, que renunció alegando problemas personales. Al menos eso dice Aznar en sus memorias. Visto lo visto, con Rajoy repudiado y Rato entrando y saliendo de los juzgados acusado de corrupción, hay que concluir que el expresidente no tenía buen ojo para escoger.

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