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Sólo será un minuto

¿A quién quieres más?

Agustín: "Soy hijo de un doble fracaso. Y eso marca. A fuego. Mis padres me engendraron para intentar salvar su matrimonio. En Londres, la ciudad a la que fueron en su luna de miel y a la que volvieron diez años después para intentar resucitar sentimientos que llevaban tiempo amortajados. Esas cosas no suelen funcionar, si lo sabré yo, que también lo intenté con mi exmujer volviendo a Praga a... Pero me salgo del carril. La amarga experiencia londinense que sirvió para traerme al mundo la contó mi padre una noche que llegó a casa menos borracho de lo habitual y se sinceró, al borde de las lágrimas. Él, que despreciaba a los hombres que se muestran débiles, se dejaba arrastrar por sus contradicciones más íntimas y secretas. Las que hacen vulnerable a una persona. Para él, la verdad siempre fue una forma de hacer daño, como cuando le dijo a mi madre que su enfermedad no tenía cura y luego lo razonó conmigo diciendo que las falsas esperanzas engendran crueldad. Le odié por ello. Tardé media vida en perdonarle eso. Nunca lo haré con otras cosas.

"Otro día, esta vez en estado de sobriedad, me contó que cuando nací se echó a llorar, pero no de alegría sino de rabia porque él deseaba una niña. Llorar de rabia, al parecer, sí entraba en su catálogo de excepciones a la regla de que los hombres nunca lloran salvo que les rompan una pierna jugando al fútbol. Así pues, mis padres me usaron como venda para su herida en común, y no funcionó. Y lo único que le hacía ilusión a él, tener una niña, tampoco se cumplió. Al menos, ahora que ya no viven ninguno de los dos, puedo recordar con cierto regocijo el día de mi venganza. Con seis o siete años, mi insolente tía Manuela se empeñó en que respondiera a esa pregunta que nunca se debe hacer a un niño: ¿a quién quieres más, a papá o a mamá? Pero me vino bien que me la hiciera, y aunque al principio me negué y mi madre intentó rescatarme de la situación, finalmente, al ver cómo mi padre aguardaba la respuesta en silencio y con gesto torvo, amenazante, bajé la vista y alcé la voz. A mamá, dije".

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