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El meollo

El enchufismo

La Memoria-2014 de la Fiscalía Provincial denunciaba con tino premonitorio la observancia del enchufismo en esta provincia como práctica ascendente de corrupción administrativa, aunque su finalidad última no resulte el enriquecimiento monetario. Ahí está precisamente el meollo de la cuestión.

El fiscal jefe Juan Carlos Aladro y su equipo no tienen vocación de adivinos ni de prestidigitadores. Cada vez que elaboran sus informes anuales, única y exclusivamente valoran hechos y situaciones que han pasado por sus manos. Con un ojo puesto en la política municipal advertían sobre el establecimiento perverso de redes clientelares y sus efectos dañinos sobre la transparencia en general, la libre concurrencia y el propio sistema social.

La famosa "operación Patos" ha puesto de manifiesto que de enchufismo parece que saben mucho en Michelena 30. Tiempo al tiempo, que este asuntillo maloliente solo acaba de empezar.

Una de las prácticas más deplorables del equipo de gobierno del BNG en el Ayuntamiento de Pontevedra consiste en no recibir a quien no considera adicto a la causa y a su modelo de ciudad. Alguna concejala y algún concejal que yo me sé y que todo el mundo conoce bien, practican con frecuencia esa política que tiene mucho de despectiva, no solo en el ámbito político, sino también en el cultural y en el vecinal. Al discrepante, ni agua, o sea ni verlo.

Nunca citan por sistema a quien ha solicitado la entrevista de turno, en cuya tramitación previa está incluido el motivo de la petición de audiencia. De esa forma se ahorran la respuesta negativa. Simplemente no reciben al peticionario y eso no resulta de recibo, porque tan ingrata tarea está incluida en su sueldo, les guste o no.

Con esta política de rechazo al discrepante por sistema, no me explico cómo demonios pretende Luís Bara que alguien crea en su democrático sistema de las asambleas vecinales para avalar sus discutibles proyectos. Después de esa abrumadora concurrencia de cuatro personas a su última convocatoria debía comenzar a escuchar de verdad a todas las voces y dejarse de tantas y tantas "trapalladas", como diría Lorix.

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