No hay quien entre en las librerías desde hace un mes sin arriesgarse a pasar media mañana o toda la tarde en la cola para pagar en caja aunque hayas comprado solo un afila-lápiz. Padres y madres, algunas veces con una o varias criaturas a su alrededor andan enloquecidos por los pasillos o ya esperan también en la lenta cola a que les hagan la cuenta de lo que han ido metiendo en una bolsa que, entre folios, libretas, pinturas, ceras, bolígrafos, gomas, libros, cuadernos y demás material, acaban siendo "un carro" y un pastón a la hora de aflojar el bolsillo. La verdad es que entre aquella pizarra que usábamos en mi infancia donde se escribía y se hacían cuentas borrando con el puño del jersey hasta ahora, hay un abismo diferencial. Yo no digo que aquello fuese lo mejor, aunque lo recuerdo con mucha nostalgia, pero también me parece que en la actualidad se abusa de exigencia de material y dudo mucho que, en algunos casos, se consuma totalmente incluso a lo largo del curso. También me parece que la manía de tirar o abandonar lo que sobró del año pasado es un despilfarro del que, en buena parte, tienen culpa las familias. El tema no me es ajeno porque he sido maestro durante casi 45 años. A ver.

economía sumergida