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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El voto de los que no votan

A media tarde del domingo, cuando aún no se conocían los resultados de las elecciones, hablo por teléfono con un amigo, residente desde hace largo tiempo en Barcelona, y me comenta que fue a votar a la hora del almuerzo para evitar aglomeraciones y se encontró con largas colas de gente esperando turno para depositar la papeleta. En su mayoría, personas entradas en años y con aspecto de haber rebasado la edad de jubilación. Luego, se enteró por la radio de que el porcentaje de participación había subido espectacularmente respecto de otras citas electorales autonómicas. Hasta el punto de que en algunos colegios tuvieron que pedir más papeletas y más sobres porque se les habían agotado.

Uniendo una cosa con la otra, dedujo este amigo que la insólita afluencia de votantes debía atribuirse a ese sector de la población que nunca vota en los comicios autonómicos por entender que los resultados no van a afectar gravemente aspectos sustanciales de su vida. "Supongo -me dijo- que todos ellos son gente preocupada por lo que han venido oyendo sobre los efectos perversos de una hipotética independencia (enfrentamiento civil, rebaja de las pensiones, ruina económica, etc.) y, haciendo una excepción sobre citas electorales anteriores, se han echado a la calle para impedirlo. De ahí esas colas y esos porcentajes de participación".

Lo que, en cambio, no tenía claro este amigo es quién iba a ser el principal beneficiario de esa crecida electoral en el bloque opuesto a la independencia. No hubo que esperar mucho para saberlo. Pasada la mitad del recuento, se constató que la mayoría de votos de los asustados había ido a parar a Ciutadans, en menor medida a PSC y PP, y de forma residual a Unió, que queda fuera del Parlamento después de su ruptura con Convergencia. El reparto tiene su lógica. Ciutadans se ha presentado ante el electorado como un centro-derecha moderno, con dirigentes jóvenes y por tanto sin tiempo en el ejercicio del poder como para haberse corrompido. Y, lo que es más importante, como un partido nacido en Cataluña y pese a ello partidario de defender la unidad de España.

El contraste entre el núcleo dirigente de Ciutadans, gente joven, bien peinada y siempre jovial, y el núcleo dirigente de los otros partidos, tanto partidarios como no partidarios de la independencia, salta a la vista. El señor Mas, con su tupé esculpido a navaja, su cara ancha, sus gafas de gruesa montura, su mandíbula poderosa, y sus trajes al antiguo estilo de la casa Tamburini, nos recuerda a un personaje del cómic norteamericano Rip Kirby, un detective de gustos sofisticados que fue muy famoso en los años cincuenta del pasado siglo. El señor Junqueras, siempre con la camisa por fuera del pantalón, tiene una gordura complicada de vestir; el señor García Albiol parece uno de esos gigantes de cartón piedra que salen a la calle para animar las fiestas; y el señor Iceta, uno de esos fanáticos del baile suelto que tanto abundan en las discotecas.

PD.- Dejo el análisis político para otro día, por no saturar al público.

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