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La sensibilidad social del Papa Francisco

A estas alturas no creo que nadie ponga en duda el carácter singular de esa Cuba que acaba de visitar el Papa Francisco.

No creo que sean muchas las naciones, salvo las grandes y poderosas, que hayan recibido en un plazo tan breve, diecisiete años, la visita de tres sucesivos papas. Por razones de todos conocidas, Cuba y su régimen se fueron convirtiendo a lo largo de la segunda mitad del pasado siglo en un obligado punto de referencia internacional. Basta con recordar la llamada "crisis de los cohetes".

Sin embargo, la prolongada sobrevivencia del régimen y el imponderable de buscarle una solución pacífica y abierta al diálogo -entre Cuba y Estados Unidos, entre los cubanos del interior y del exilio- atrajo la atención del Vaticano. A la caída del bloque soviético, Juan Pablo II y Benedicto XVI se entregaron a la tarea pastoral y mediadora para auxiliar a los cubanos a encontrar una salida a la crisis total por la que atravesaba la isla. Sobre estos viajes ya escribí en estas mismas páginas en su momento.

Ahora, el Papa Francisco ha dado un paso más a favor de esa solución pacífica y dialogada en que se empeñaron sus antecesores. Es de todos sabido la importancia que el Papa ha jugado en el desarrollo del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Ambas partes lo han reconocido así.

No dudo de que este papel de mediador haya sido, además de su amplia presencia pastoral, la razón de su viaje a La Habana, precisamente antes de desplazarse a Washington. Su encuentro con los Castro y con Obama parece un movimiento más del alfil vaticano.

Cierto que la discreción en que se ha desarrollado su visita, la falta de contacto con los disidentes interiores y la ausencia en sus homilías de sugerencias hacia una mayor apertura del régimen, ha dejado un poco de insatisfacción en la disidencia, a la que se suma la de los exiliados.

No obstante, creo que uno de los resortes más efectivos de la acción diplomática descansa precisamente en esa discreción. La diplomacia vaticana es experta, tradicionalmente experta, en estos menesteres. Y todavía quedan muchos pespuntes que dar para alcanzar el pleno éxito de las gestiones mediadoras del Pontífice.

A la sensibilidad social del Papa no pueden escapar las limitaciones del cumplimiento de los derechos humanos en la isla pero, insisto, la partida es aún larga y, estoy seguro, el Papa Francisco guarda sus mejores cartas.

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