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opinión

"Yo nunca seré alcohólico" (III)

Actualmente nos fascinan las neuroimágenes y los genes. Hay quien asevera saber si una persona será infiel por un gen, si es de derechas o izquierdas estudiando neuroimágenes, o si está enamorada por la concentración de feniletilamina de su orina. Así como todo lo que comemos es químico, todos nuestros actos están sustanciados en un correlato biológico y genético. Pero ello no significa que estén determinados por biología y genes. Corroborar un enamoramiento por sustancias en orina no significa que se deba solo a causas biológicas (es sencillo corroborarlo, Antífonas ya decía en el 350 a.c.: "hay dos cosas que un hombre no puede ocultar, cuando está borracho y cuando está enamorado"). La neuropsicología demuestra la fuerte relación entre biología y adicción. La composición bioquímica del cerebro está alterada. Los circuitos cerebrales responsables de las decisiones y control de la conducta (que deberían frenar el impulso adictivo) están debilitados. Y la predisposición a repetir la conducta se automatiza por medio de potentes y simples reforzadores: el beneficio a corto plazo y el mecanismo evolutivo de repetir lo que da placer o evita el dolor. Pero la adicción no se reduce a genética y desequilibrios bioquímicos del cerebro. Hace siglos la anatomía y sus autopsias alumbraron el conocimiento de las enfermedades físicas, pero el cerebro tiene mayor complejidad y plasticidad en su funcionamiento. La ciencia está lejos de comprender como se conforman pensamientos y sentimientos. Aunque la mente sea producto del cerebro, transciende su funcionamiento neuroquímico, no se puede reducir a genes, neurotransmisores y sistemas cerebrales. No hay poesía sin palabras, pero la poesía transciende las palabras. Genes y neuroquímica nos dotan de la facultad de producir o saborear la poesía. Sin ellos no sería posible, y si están alterados distorsionan la forma de crear o la capacidad de disfrutar la poesía. Pero a su vez la poesía, como la conducta, influye y altera el cerebro. La esencia de la poesía está incrustada en la naturaleza humana y en las vivencias singulares de la persona que la crea o disfruta.

Las adicciones son más que genética y electroquímica cerebral. Dependen de una etiología múltiple y propia de la persona que la padece, y hace su desarrollo impredecible. El ambiente será fundamental. Las personas que abusan del alcohol en ocasiones, y no son alcohólicos, no están inmunizadas. Desde luego no tienen, no tenemos, el gen protector asiático, que nos haría abstemios. Pero a un bebedor moderado, a mí mismo aunque tuviese poca vulnerabilidad biopsicosocial, una serie de catastróficas desdichas me podría empujar a refugiarme en la mala solución del alcoholismo (u otra adicción, es frecuente saltar de una a otra). Aunque en ese fatídico caso cuento con la certeza de qué si pongo toda la carne en el asador no sería algo crónico, estoy seguro de que podría superar mi adicción.

* Maximino Portela Freire es psicólogo clínico. Director Unidad de Drogodependencias de Cangas. Autor del libro: Cómo superar una adicción en siete etapas. (Extractos de Alexander: L. Slater en Cuerdos entre locos; y de Volkow: M.C. Jurado en El Tiempo).

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