Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El tuteo y la majestad

Audaz o quizá solo aturullada, una reportera de la tele se ha puesto en plan colega con el rey Felipe VI, al que tuteó repetidamente antes de corregirse a sí misma sobre la marcha. No passssa nada. También el rey la había llamado previamente de tú, aunque luego utilizara para referirse a sí mismo el plural mayestático -de majestad- con expresiones tales como "teníamos este viaje" o "hemos llegado a tiempo".

El tuteo es el trato habitual que, al menos en España, los reyes dispensan a sus súbditos. Muchos creían equivocadamente que el anterior jefe del Estado lo hacía por razones de llaneza, cuando en realidad es un hábito -o quizá privilegio- de los monarcas, al margen de su mayor o menor grado de campechanía.

Se trata de una costumbre descortés, acentuada por la tendencia a usar el plural propio de majestad que exhiben los soberanos. Cuando Felipe VI responde amablemente a su entrevistadora que "hemos llegado a tiempo" está subrayando que el rey -como el Papa- es un personaje individual y multitudinario a la vez en la medida que representa a todos sus súbditos, que no ciudadanos.

Esto da origen a situaciones curiosas, naturalmente. Cada vez que un monarca asiste a un partido de baloncesto, pongamos por caso, son cuarenta y cinco millones de españoles los que acuden con él, aunque por fortuna lo hagan a título meramente simbólico. Si lo hicieran en sentido literal, no habría polideportivo lo bastante grande para acoger a tan ingente masa de público.

Infelizmente, la costumbre de tutear en plano de desigualdad a los ciudadanos se ha contagiado también al Gobierno y a las administraciones públicas en general. A imitación de los reyes, el Estado suele dirigirse a sus administrados con paternal y algo cachazuda familiaridad, como si los conociese de toda la vida.

Ahí está, por ejemplo, el caso de las autoridades de Tráfico que, muy sueltas de cuerpo y de lengua, tratan a los conductores como si fuesen menores de edad, con lemas tales que "No podemos conducir por ti" o "Contigo vamos todos". O el del más temible Ministerio de Hacienda, cuando nos recuerda que "este año puedes hacer que la declaración de la Renta sea un momento feliz", para invitarnos en confianza a que aflojemos la mosca.

Habrá quien encuentre poco educada esta actitud, y quien acaso la justifique por lo generalizado que está el tuteo en España, a diferencia de otros países más ceremoniosos en los que no deja de sorprender -y divertir- la informalidad del trato entre los españoles.

No siempre ocurrió así. Hasta la caída de la II República, España fue en realidad un país tan atento a las formas y a la cortesía como cualquier otro de Europa. Tanto como para que más de un historiador haya atribuido la universal difusión del tuteo en este país a la influencia de la Falange, que a su vez se habría inspirado en el espíritu de revolucionaria camaradería promovido en Italia por el Fascio de Mussolini.

Aun así, una cosa es que los ciudadanos se relacionen entre sí con el "tú" de la confianza y otra muy distinta que la excelentísima autoridad al mando los coloque en un enojoso plano de desigualdad al tutearlos sin posibilidad de réplica.

Seguramente sin pretenderlo, la reportera que tuteó al rey ha abierto un interesante debate sobre la igualdad de trato entre los españoles. De otros malos tratos que el Gobierno nos inflige ya ni hablamos, claro está.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

Compartir el artículo

stats