En economía no es infrecuente aplicar el término milagro a la recuperación de países que han sido capaces de salir por lo alto de alguna situación devastadora. Digamos, guerra, proceso autárquico o crisis larga y profunda, en cierta medida desestructuradora. Casos hubo en que después de superar la situación de extraordinaria debilidad, un país se alzó como ejemplo en su entorno e incluso sirvió de modelo económico a imitar.

La doble recesión europea y española cuajó en una larga crisis cuyas anfractuosidades se extienden desde las altas cotas alcanzadas en el 2007 a los abismos del 2013. Tan cierto es que probablemente hasta finalizar el 2016 no alcancemos el PIB per cápita que teníamos en el apogeo cenital. En estas circunstancias ¿la recuperación en marcha permite hablar de milagro económico español? Aunque sea retóricamente, sí está permitido.

Salvo a entregarse a la mala fe, es arduo negar que en la recuperación económica en ciernes hay algo de milagroso al tiempo que en las propuestas de la oposición radicalizada dominan creencias milagreras. La reestructuración del sistema bancario y financiero en España, por ejemplo, fue modélica al evitar que los depositantes perdieran sus ahorros y sentó las bases que están fraguando la recuperación del crédito y el relanzamiento que estimule demanda e inversión solventes. Compárese el coste relativo del saneamiento español con, por ejemplo, el de Gran Bretaña, Irlanda o lo ocurrido con algunas cajas de ahorro alemanas. Por no hablar de Islandia, Chipre, Portugal, Grecia, etc.

La producción industrial repunta. Las exportaciones mantienen su dinamismo. El sector financiero está blindado. Los impagos en las compras a plazo bajaron el 9% en junio. España crecerá este año más del doble que Alemania y que la media de la zona euro. Entre 2015 y 2016 se crearán un millón de empleos netos. No es propaganda del Ministerio de Economía sino previsiones del BBVA Research. Otrosí, aumenta la riqueza financiera de las familias como nunca en nuestra historia económica (1.247.347 millones de euros, datos del Banco de España para el primer trimestre). Pero lo que justifica verdaderamente hablar de milagro es que la construcción vuelve a crear empleo y que el endeudamiento público disminuye (porcentaje de la deuda respecto al PIB)

Sí, vuelve la furia española, no hay que tener complejos, resuena de nuevo el grito ancestral de José María Belausteguigoitia: ¡A mí la pelota, Sabino, que los arrollo! Y es cierto, nuestro avance en diversos campos es arrollador.

Persiste entre las clases sociales la desigualdad (que no debe confundirse con la exclusión) pero es una cuestión que afecta prácticamente a todos los países y requiere análisis específico.

El ejemplo de la construcción

Síntoma incontrovertible de la milagrosa recuperación se observa en el sector de la construcción, asunto crucial editorializado en Faro de Vigo recientemente (Necesitamos que prendan los brotes verdes de la construcción 13/09/2015). Es imposible que hubiese recuperación en la construcción si no la hubiese globalmente en todo el país aunque los inversores extranjeros hayan desempeñado el papel de locomotora.

En realidad estaba cantado. En previsión de lo cual, en mi artículo Interpretación de los datos del sector inmobiliario (9/03/2014) avancé: "Cuando esos datos se interpretan correctamente, dentro de un modelo global de crecimiento, no debe descartarse la eclosión de una burbuja en el horizonte, más o menos deslizante, del 2018, aunque menos intensa que la de la pasada década al no abundar el dinero"

Y en mi artículo Falacias de la burbuja inmobiliaria (2/02/2014) precisaba: "Si bien es cierto que algunas crisis financieras con carácter sistémico, no todas, se originan en el estallido de una burbuja inmobiliaria no debe confundirse esta con el boom de la construcción. El boom de la construcción es un regalo del cielo, lo mejor que le puede suceder a un país, una pura manifestación de la economía real (la tan denostada brick&mortar, extraordinariamente eficaz en la creación de empleo) con visibles efectos de arrastre económicamente virtuosos, al tiempo que los montajes financieros que estimulan la burbuja suelen ser notoriamente perversos, propios de la economía casino".

La construcción es -felizmente- un sector en el que la mano de obra no puede ser sustituida completamente por las máquinas. Las estructuras metálicas, nuevos materiales y elementos prefabricados así como -recientemente- la utilización de las impresoras 3D reducen el tiempo para terminar una casa o un edificio -y por tanto ahorran horas de trabajo- pero no pueden eliminar el trabajo de obreros y técnicos, siguen siendo indispensables. La construcción llegó a representar en el 2007 el 15% del total del empleo español y bajó al 5% en el 2013. En este momento representa el 8% del total del empleo y en el 2016 llegará al 10%-11%.

Disminución del endeudamiento público

Una incoherencia que revela la mala fe de los críticos sistemáticos con la política económica de este Gobierno es pretender que la deuda pública española es muy alta, impagable. Sucede que esos mismos críticos prácticamente insultaron a los miembros del Ejecutivo por los recortes. Alguien llegó a llamar asesinos a los presidentes Rajoy y Feijóo aduciendo que los recortes en sanidad mataban a los enfermos. Distinta es la opinión del FMI al entender que el modelo español de sanidad y educación superior solo es viable con copago.

No hace falta ser una lumbrera para entender que sin recortes la deuda pública aún sería mayor. Además, el endeudamiento público es asumible (96,5% del PIB) y en descenso. En términos relativos, muy inferior al de otros grandes países industriales. Por poner algunos ejemplos, el endeudamiento público de Japón alcanza el 235% de su PIB; el de Bélgica el 105% del PIB; el de Italia el 135% del PIB. En cuanto al fardo de la deuda por habitante es más pesado en EE.UU que en España. Sin ir tan lejos, en nuestro entorno económico, el ranking de deuda pública per cápita de mayor a menor es: Irlanda; Bélgica; Italia; Austria; Grecia; Francia; Reino Unido; Alemania; Holanda; Finlandia; Dinamarca; Luxemburgo; Portugal; España.

El ajuste fiscal fue imprescindible para salir de la crisis no porque sea una medida que en sí misma reduzca de inmediato la deuda -no la reduce, no, como consecuencia de sus efectos procíclicos, nefastos en fase recesiva- sino por el efecto de contención de los déficits que se acumulan en forma de deuda. Esta medida, en mi opinión, dentro del euro no es negociable salvo quizás en cuanto al ritmo de reducción, es decir, a los plazos.

Hay que tener bien presente que en economía, como en termodinámica, el tiempo es crucial. Y esto es así porque hay que distinguir bien entre los efectos de corto plazo, los de medio plazo y la dinámica larga. Lo que puede ser objetivo de la dinámica larga -la obtención del pleno empleo- quizás no sea lo más urgente y empeñarse en aplicar paños calientes electoralistas en el corto plazo con medidas demagógicas pueden alejar indefinidamente la consecución del objetivo último. Solo puede avanzarse sólidamente sobre lo consolidado. Paradójicamente -así es de complicada la ciencia económica- para conseguir el pleno empleo en el largo plazo no es descabellado aplicar medidas en el corto que aumentan el paro. Lo mismo puede decirse de la deuda pública: las medidas de política económica que conseguirán disminuirla en el largo plazo no excluyen que aumente el endeudamiento en el corto y medio plazo. Sabido es que se aplican comas inducidos a personas si los médicos lo creen oportuno. La ciencia económica también tiene doctores que según las circunstancias recomiendan tratamientos extremos y no obstante necesarios.

Uno de los numerosos efectos perversos de la crisis iniciada en el 2008 fue reducir los ingresos del Estado, por una parte, y gravar los subsidios de desempleo, por otra. Este nefasto movimiento de tijera se tradujo en un déficit fiscal que llegó a superar el 10% del PIB. Los déficits se fueron acumulando en forma de deuda pública cuya financiación resultaba progresivamente más costosa debido a la desconfianza que generaba España entre los proveedores de fondos (en primera línea, los propios bancos españoles y la Seguridad Social que compraban deuda pública). Dicha desconfianza se transformó en primas de riesgo crecientes, situadas muy por encima de las potencialidades de crecimiento del país, lo cual anticipaba un difícil reembolso y retro-activaba el incremento de las primas de riesgo. Para poner fin a este círculo perverso al Gobierno no le quedó otro remedio que recurrir a la reducción del gasto público generando entre los agentes más afectados (verbigracia, los funcionarios) un comprensible descontento social que la oposición estimuló sacando en procesión al Cristo de la Motosierra y a la Virgen de los Recortes.

El actual nivel de inflación -muy bajo- tiene el inconveniente de que no ayuda a reducir la deuda en valor real. Aun así, si bien la deuda pública no se reduce en valor absoluto, el endeudamiento -recordemos: la deuda pública respecto al PIB- ya desciende. Ese es el verdadero milagro económico español: hemos roto el círculo perverso, la espiral infernal. Y eso se ha conseguido gracias al crecimiento económico. ¡A mí la pelota, Sabino, que los arrollo!

*Economista y matemático