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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Amenaza para las familias

El maquiavelismo político cosecha, a veces, resultados no previstos. Los laboristas británicos habían adoptado un nuevo sistema para la elección de sus líderes con la aviesa intención de favorecer el voto moderado de centro reduciendo la influencia residual, pero todavía importante, de los sindicatos . Y , a tal efecto , dispusieron que personas no adscritas al partido pudieran votar en la elección de sus dirigentes, previa inscripción en una lista y el pago de la módica cantidad de tres libras.

Cien mil personas acudieron a esa llamada y ¡ oh sorpresa ! el elegido por amplia mayoría resultó ser Jeremy Corbyn, un veterano parlamentario de 66 años e ideología netamente de izquierdas. Corbyn se había postulado como candidato con nulas expectativas de ser elegido y con el solo objetivo (eso anunció) de "enriquecer el debate partidario", pero en cien días de campaña fue capaz de ilusionar a un 60% del electorado laborista con un mensaje que podríamos calificar de tradicional dentro de una formación política de izquierdas. Es decir, defensa del estado de bienestar y de los servicios públicos básicos (sanidad, educación, dependencia, etc) además, por supuesto, de la democratización real de la propia formación, entregada desde la victoria de Tony Blair en 1994 a la defensa preferente de los intereses de los grandes consorcios financieros. La receta era sencilla, pero cuajó entre los viejos y los nuevos electores, muchos de ellos gente joven decepcionada con la creciente desigualdad social y la falta de oportunidades de trabajo y de realización personal. "El partido laborista -dijo Corbyn- ha crecido con gente que reclama un país más justo. Y yo les doy la bienvenida. No supimos comprender a muchos jóvenes a los que tachamos de generación apolítica. No era cierto. Se trata de una generación muy formada en política pero también muy defraudada por como se venían haciendo las cosas". Convertir ese deseo de cambio en acción de gobierno, no le será fácil al nuevo líder laborista. Dentro de su partido tiene la enemiga de los partidarios del llamado "nuevo laborismo" para los cuales un deslizamiento a la izquierda representaría caer en la marginalidad política y abdicar definitivamente de su papel como alternativa de poder . Y fuera de el, las opiniones sobre su liderazgo no han podido ser ni más ácidas ni más despectivas. El primer ministro, el conservador David Cameron, ha calificado a Corbyn como una "amenaza a la seguridad nacional, a la seguridad económica y a la seguridad de nuestras familias". Y la oficina de prensa del partido gobernante se ha apresurado a difundir pasadas opiniones del nuevo dirigente laborista para subrayar sibilinamente una supuesta simpatía hacia el radicalismo e incluso hacia el terrorismo. Como una entrevista del año 2011 en la televisión iraní en la que calificó de "trágico error" que se hubiera asesinado a Bin Laden en vez de capturarlo para someterlo a un juicio público.

Una vez pasada la sorpresa de su elección, es obvio que la campaña para pintar en negro el perfil humano y político de Jeremy Corbyn no ha hecho más que comenzar. Hace años, defender lo que defiende Corbyn no extrañaría a nadie. Hoy, en cambio, es una propuesta radical y subversiva.

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